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¡Gracias Wilson!

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@|Seguramente los menores de 30-35 años no sepan cabalmente la inmensidad de la importancia de la desaparición física de Wilson Ferreira el 15 de marzo de 1988. Podrán leer todos los artículos aparecidos en prensa, todos los libros que se han escrito sobre él y hasta mirar la película estrenada recientemente. Pero para saber con certeza lo grande de su figura hubo que vivirlo, “vivir a Wilson”. 

No quiero hacer una biografía de su vida pues hay avezadas plumas para eso. Sólo diré algo que muchos escritores no saben y con lógica, y es que lo conocí en el exilio en el Bar Tortoni de Bs.As. Desde ese día fui un asiduo concurrente a sus tertulias vespertinas pues no había tema con lo cual no nos apasionara. 

Ninguna figura política de hoy en día posee la verborragia y el convencimiento de sus discursos, la claridad para expresar sus ideas y el inmenso amor a la patria, la cual era lo único que él mismo colocaba por encima de su partido: “lo que es bueno para el país, es bueno para el Partido Nacional”. 

Todas las ideas hoy llamadas progresistas figuraban en su agenda, todas las clases sociales para él eran iguales, todos eran orientales y tenían derecho a todos los recursos que pudiera brindarle su paisito. El Estado debía cumplir sus funciones en función de la gente y no como hoy en día donde todos funcionamos para el Estado. Los trabajadores eran dueños de todos sus derechos y no los corporativistas como también sucede hoy. Los empresarios e inversores debían ser atendidos y respetados pues ellos arriesgaban su capital buscando el progreso, y ahí todos nos beneficiábamos. Cumplir con todas las disposiciones vigentes pero no tratarlos como invasores. La educación siempre fue un bastión clave en sus ideas pues sin educación no hay futuro; y para la educación era fundamental la familia que es y seguirá siendo la base de la sociedad.
Hoy todos estos valores se desconocen y quienes más deberían dar el ejemplo, que son nuestros gobernantes, ejercen el poder con soberbia, con impunidad y en varios casos con inmoralidad. No se reconocen errores ni se cambian rumbos ante políticas sobradamente fracasadas. Por el contrario, se nos trata de convencer que todo está bien, que los que trabajamos dignamente tenemos que ayudar a quienes no lo hacen. Wilson vivió siendo solidario y tendiendo manos. El mayor ejemplo, irrepetible, fue el momento de su liberación y su discurso en la explanada de la intendencia. Cuando todos esperaban un choque de fuerzas entre él y el gobierno de turno, Wilson “inventó la gobernabilidad”, (palabra que sin respeto muchos utilizan como propia) le ofreció al gobierno del Dr. Sanguinetti toda la colaboración y ayuda del Partido Nacional. Cuando todos esperábamos la prisión perpetua a los golpistas, Wilson promovió la Ley de Caducidad. La misma que aún hoy muchos refutan e izan banderas ideológicas en su contra, y Wilson se adelantó y supo hacer una correcta lectura del deseo de la inmensa mayoría del pueblo, que era la paz. Dos veces intentaron hacer caer esta ley y las dos veces el pueblo dijo No, lo mismo que pensaba Wilson. 

Que distinto sería el Uruguay de hoy con Wilson Ferreira vivo. ¿Cuántos ministros hubieran sido destituidos por su inoperancia o incapacidad si Wilson los hubiera interpelado? ¿Cuántas políticas de Estado se habrían incorporado a nuestras vidas con la participación de todos los partidos y no entre cuatro paredes? ¿Cuántas medidas de seguridad, de salud, de trabajo, de presupuesto hubieran sido diferentes con sus ideas? Cuánto menos despilfarro y corrupción tendría el Uruguay de hoy. 

Y también cometió errores, pues era humano, pero tenía la grandeza de reconocerlos que es la única manera de corregirlos. Discrepó con mucha gente dentro y fuera de su partido, pero nadie podrá decir que su fin no era el bienestar de todos, la mejora de los de abajo con la colaboración de los de arriba y del Estado; la libertad con todos y para todos, sin censuras ni candados, con altura y con respeto. 

Si alguien se mereció ser Presidente en este país ese fui Wilson Ferreira. Aún algunos discuten la elección del 71 y si se debió ir o no a las elecciones del 85 con él proscripto. Hábilmente, militares y algunos otros, decidieron levantar la proscripción del Frente Amplio para que estos votos no se fueran al Partido Nacional como había ocurrido en las elecciones internas. Y él volvió al país sin rencores y luchó por su país y su partido hasta el último de sus días.

Lamentablemente no quedó un sucesor y no se vislumbra ninguno, ni dentro ni fuera de su partido. Muchos utilizan su nombre y parte de su legado pero no saben cómo interpretarlo y menos llevarlo a la práctica.
Sería “buena cosa” que se acordaran de su último pedido: “Cuando yo no esté no se peleen”. 

¡Gracias Wilson!

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