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Figuritas del mundial

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Formándose en el libre mercado

@| En estos días, con la fiebre de figuritas del mundial, mi hijo de 8 años me dejó claro que el libre mercado es algo más natural de lo que uno supone. Todo empezó con un niño feliz llenando su reluciente álbum de figuritas. 

Entre sobre y sobre, las figuritas repetidas empezaron a hacerse un montón y como es de suponer, se las llevó a la escuela y al baby fútbol para cambiarla con sus amigos. Pronto descubrió que así como algunas figuritas no paraban de salir, otras por su parte, eran más escasas. Los estadios, los escudos, las barajita con la foto de toda la selección, Suárez, Messi, Neymar Jr. entre otros jugadores top y las primeras del álbum, son en general, las más difíciles de conseguir. 

A partir de ese hecho, mi hijo y sus amigos llegaron a una rápida conclusión de mercado: No todo cuesta lo mismo. Por tanto, no le pareció lógico cambiar una figurita cualquiera por alguna de esas otras más raras. De allí pasaron a una segunda conclusión importante, premisa de marketing: el precio de las cosas es lo que se está dispuesto a pagar por ello. De modo que, siguiendo un criterio más o menos orientado por su propia valoración de cuán deseada era una figurita terminaron construyendo sin saberlo, una escala de precios, por ejemplo, un estadio es canjeable por otro o por dos figuritas comunes, un jugador como Cristiano puede llegar a costar hasta 7 de los jugadores ordinarios y así. Esos “precios” se hicieron aceptados por la costumbre, únicamente dinamizados por un elemento fundamental: la necesidad de cada quien con su respectivo álbum.  

Luego, con las figuritas doradas, pasó algo más curioso. Estas corresponden a leyendas del fútbol o a selecciones ganadoras de varios campeonatos. En el caso de las selecciones, los chicos más o menos distinguen que se trata de cuadros históricamente relevantes y tenidos como muy buenos en la conciencia colectiva, pero en el caso de las leyendas, mi hijo no sabía por ejemplo quien era Pelé. Así que aprovechando un día de paro en la escuela, terminamos hablando del “rey Pelé” y de Lothar Matthaus.  

Con esa información, el niño procedió a reorientar el valor de cambio de esas figuritas (claro que de eso me enteré después) con lo cual, descubrió sin querer otra cosas sumamente relevante: el conocimiento da valor agregado y permite evaluar las decisiones de inversión. Aunque su inversión sea una figurita, el principio básico es el mismo, la información que él posee le da ventaja, la cual comenzó a compartir con sus amigos a la hora de los intercambios, transformándose en una suerte de asesor de inversión.  

Claro que todo este asunto también llevó a otro tema nada menor. Sobreponer los deberes a la cuidadosa lista de figuritas fue un tema de discusión necesario en casa. Queda claro que, en la vida, en las cosas más pequeñas, el mercado y su dinámica se abre camino. Lo que corresponde no es satanizarlo (imaginen si alguien les impone que todas las figuritas cuestan lo mismo, porque sí, y de un plumazo, como un Estado cuando congela los precios de algún rubro) lo que corresponde es forjarlo con principios de ética y responsabilidad, desde ahora, desde las cosas pequeñas, solo así llegaremos a grandes resultados.

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