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La falta de autoridad

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@|El concepto de autoridad romano, descrito por Hannah Arendt, señala que la pérdida de dicho concepto es debido a la crisis política de occidente.

Tanto en el ámbito privado como en lo público, se está perdiendo esta figura: tanto de padres como profesores, en el ámbito de la educación; tanto de ciudadanos como cuerpos de seguridad, en el ámbito de la convivencia social; tanto de litigantes como cuerpo judicial, en el ámbito del Derecho.

Los padres damos más credibilidad a los hijos que a los docentes; será porque los padres hemos dejado de serlo, para convertirnos en amigos. Los ciudadanos cada vez respetamos menos a los cuerpos de seguridad; será porque los ciudadanos creemos que somos autosuficientes para establecer el orden. Los litigantes y letrados vamos perdiendo hábitos de compostura ante los que imparten el Derecho, y se empieza por perder la tradición de la vestimenta, y se termina con el incumplimiento del orden en el lenguaje, la mesura, el decoro, etc.

Según Hannah Arendt, “comprender es el modo específicamente de estar vivos”.

En el concepto de autoridad romana, existió una gran influencia griega por parte de Platón y Aristóteles, en la búsqueda de recursos políticos para que fuera determinante la obediencia entre iguales sin acudir a la violencia.

Después del devenir de revoluciones políticas en el mundo, que han dado grandes progresos de prosperidad, no se ha conseguido restablecer la autoridad en su carácter romano: “algo que estuviera por encima o transcendiera al poder y a los que lo regentan”.

Es posible que estemos en un tiempo donde la mediocridad política esté dando como resultado la pérdida de confianza de que las instituciones son capaces de resolver los conflictos y carencias de los ciudadanos. La función pública cada vez más aislada de la realidad social, alejada de los problemas de sus conciudadanos y más preocupados por su cota de poder y “enfrascados” en disputas estériles que no tienen salida, en vez de pensar de forma reflexiva qué entraña la real función pública.

Pero esto no excusa a la ciudadanía para dejar de ser proactivos en busca del valor de la autoridad en cualquier ámbito: familiar, amistad, institucional, etc.

“La falta de autoridad” avergüenza a los hijos de sus padres, aunque de una forma inconsciente, cuando intuyen que no les van bien las cosas, porque los hijos no tienen experiencia para determinar los límites, y no pueden alcanzar a comprender porqué estos deben existir.

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