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El Prometeo de Villa Fiorito

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@|Latinoamérica es un campo de batalla, parafraseando a Nietzsche; esto queda de manifiesto hasta en los acontecimientos más insospechados.
La muerte de un representante de esta patria, como Diego Armando Maradona, lo muestra en toda su expresión.

Quienes también somos hijos de esta tierra no podemos despedir a uno de los nuestros sin escuchar los alaridos de aquellos que siempre desdeñan a nuestra madre, deslumbrados por los ecos de la “ilustración europea”.
Dos éticas batallan en el continente. Una es la moral de cuño anglosajón que en este continente desembarca primeramente en las 13 colonias y en algunos que otros Sarrateas. Tiene una expresión burguesa, atea y obsesivamente igualitaria.

A esto se enfrenta una moral nieta de Roma, hija de España, concebida en comunión por distintos pueblos (europeos, africanos y nativos), en donde el talento, la virtud y la belleza son la fortaleza de su espíritu.

Como un héroe griego, Maradona, como tantos otros que nacieron con el don de la excepcionalidad sin cercenar sus pasiones y sus instintos, llevándolos como una pesada cruz a lo largo de su vida, encarna esta ética.
Flor de barrio, lujo del potrero, de entre los pobres surge en el seno de la América mestiza algo tan fenomenal que supo poner de rodillas a la pérfida Albión y ascender a la mayor de las glorias.

Su carácter esencialmente humano, irreverente e imperfecto enfurece a los monarcas de otras tierras y a sus personeros apátridas en lo más profundo de su moral burguesa.

Al decir de Rodó en su excepcionalísimo Ariel: “Embriagad al repetidor de las irreverencias de la medianía que veis pasar por vuestro lado; tentadle a hacer de héroe; convertid su apacibilidad burocrática en vocación de redentor y tendréis entonces la hostilidad rencorosa e implacable contra todo lo hermoso, contra todo lo digno, contra todo lo delicado del espíritu humano...”.

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