@|No sabemos, a carta cabal, quién es este desconcertante sujeto que irrumpe de improviso en el escenario político uruguayo.
Lo tildan de payaso y algo más, y tal vez lo sea. ¿Y qué? La democracia, por suerte, nada alega en contra de los payasos.
Sin embargo, yo no lo tomaría en broma. No hay enemigo chico.
Por poner solo dos casos, acuérdense que el “insignificante” Hitler comenzó convenciendo a tres borrachos cerveceros y que a Trump hace cinco años no lo conocían ni sus vecinos.
El primero consiguió el poder sin un marco en el bolsillo y el otro con todos los dólares necesarios para derrochar (¿o invertir?) en captar votos.
Parecen diferentes. Pero ambos explotaron, con éxito, las zonas más oscuras y primitivas del cerebro humano.
Las emociones básicas suelen eclipsar al razonamiento. Lo saben bien los que trafican con sectas varias y demás supercherías.
Por no prestar atención a esos “insignificantes” detalles luego nos asombramos cuando surgen “de la nada” fenómenos como Bolsonaro o partidos extremos como Vox, en España.
Sartori, astuto, se perfila como un tipo de cuidado. En breve, y sin haber plantado ni un grano de mostaza, intentará cosechar en le campo que otros araron y sembraron para él.
Se va a valer de los temores (reales o supuestos, tanto da) de la gente.
Desgraciadamente, no le faltarán argumentos ciertos para su campaña.
Como un esperado Mesías, se valdrá de la inoperancia y desconcierto de los tres partidos mayoritarios, envejecidos unos, desgastados otros -aséptico ninguno- y explotará sus debilidades.
Los blancos, en vez de cerrar filas, potenciando sus valores tradicionales, se enfrascan en grescas estériles de entrecasa.
El Frente, en vez de deshacerse urgente e inteligentemente del lastre envenenado de Sendic y Bonomi, le da alimento a este fantasma dorado.
Este ilustre desconocido dio “su” primer paso público hacia “su” meta.
Guste o no, bien asesorado y sin alharaca, ya subió la escalinata de mármol de “su” partido.
Pa´que conste.