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Educando mal...

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@| Ella caminaba por la vereda, distraída, iba charlando con su esposo y su hijo adolescente, una moto circulaba en sentido contrario, acercándose a escasos pasos por la vereda y el reflejo fue inmediato, se detuvo y le señaló la calle. “¡Por la calle!, circulá por la calle…”.

Posiblemente fuera un delivery, con sus lentes y su casco no dudó en increparla a los gritos, preguntando el porqué no podía circular por la vereda y reclamando su derecho a hacerlo, culminando su alegato con un “No digas pavadas…”.

Tuvo que tomar a su marido y sacarlo del lugar porque al grito de: “¿Qué te pasa?” y “¿Quién lo dice?” ya se alistaba a pelear, y se sabe bien que nunca hay que enfrentar a dos hombres y, menos que menos, por tan absurda discusión.

El tema de la violencia que nos circunda ya es recurrente y no me voy a detener en él, lo que hoy me ocupa es lo que pude escuchar después, cuando en la cuadra siguiente pude acceder al diálogo que mantenía la pareja con su hijo comentando lo que había sucedido.

El chico adolescente le recriminaba a su madre el haberle dicho al delivery que circulara por la calle y el hombre que la acompañaba, posiblemente su esposo, le reprochaba el momento tan feo que le había hecho pasar.

¿Qué nos está ocurriendo? Hemos deformado tanto los planteos que nos olvidamos de lo que realmente está bien y lo que realmente está mal?
Ese hombre con casco que se siente poderoso arriba de su moto circulando en infracción, al punto de increpar a los gritos a un transeúnte que le recuerda por donde tiene que circular, es el mismo que luego le pega a un niño o a una mujer porque no tolera que le indiquen que no puede hacer algo que quiere hacer y punto.

El callar no es la solución, el no meterse y dejar pasar nunca ha sido buena cosa.

El dejarse amedrentar por el miedo o el no involucrarse para no tener problemas no implica darle la razón al que en verdad no la tiene; eso deforma, confunde y malforma.

No es culpable quien señala el error sino quien lo comete y más aún quien defiende su derecho a cometerlo sin razón, sin respeto y con violencia.

Eso es realmente lo que un padre debería enseñar a su hijo.

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