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El debate y lo que importa

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@| Tratemos de hacer un ejercicio de razonamiento objetivo, si es que nos resulta posible, yendo de lo banal e intrascendente - por ejemplo, el debate del pasado jueves entre Andrade y Talvi - a lo medular: el futuro que como uruguayos de bien, de todas las colectividades políticas, sociales, etc., queremos para nuestro país. Comenzando por lo primero, parece claro que “el Boca" puede considerarse triunfador -si el concepto es aplicable-, del espectáculo televisivo del que fuimos espectadores el pasado jueves.

Manejó mucho mejor los espacios de tiempo que le fueron concedidos, demostrando esa capacidad de decir mucho -sea o no veraz- en breves lapsos, lo que hace imposible cualquier ejercicio de refutación. Andrade tiene oficio en comunicar, no sólo en un estrado sino también en medios masivos, cosa en la que Talvi tiene mucho camino que recorrer, por más títulos de grado y posgrado internacionales que lo respalden, y en política comunicar es condición necesaria aunque no suficiente.

Hasta aquí todo muy bien, abrazo, medalla y beso para Oscar. ¿Podemos concluir de nuestro ejercicio pseudo farandulero televisivo que la mejor alternativa para nuestro país es votar al FA? NO, subrayado, en negrita y con mayúsculas. Ahora viene el clásico "justifique su respuesta, ese que en liceo y facultad hace estragos en los educandos y las delicias de los educadores con sentido del humor y tiempo cuando se sientan a corregir.

1) ¿Las políticas sociales han logrado menguar los índices de pobreza estructural, esa que no se mide solamente por factores monetarios y cantidad de championes de marca y smartphones? Lamentablemente no sólo no lo han logrado, sino que somos testigos cotidianos de fenómenos de marginalidad jamás vistos en nuestra historia. Algo estamos haciendo muy mal al respecto y tras tantos años ya se nos acabaron los chivos expiatorios para endilgarles la culpa. No importa quien tiene mayor verborragia en la pantalla, las personas en situación de calle consumidas por la droga están allí y son miles, con lo cual no podemos mirar para otro lado y simular que no los vimos (gracias Dylan por la inspiración).

2) ¿Las políticas en educación han mejorado la calidad del conocimiento adquirido durante los ciclos primario y secundario? Si alguien piensa que sí, o es o se hace. Y otra cosa no puede esperarse cuando la jerarquía del MEC la lleva una doctora en medicina (¿en serio?) cuyo rasgo distintivo es creer que se las sabe todas (lo del tambor en carnaval es falaz), secundada por una versión vareliana 2.0 que prefiere esconder resultados a confesar ineptitudes. Cada vez que me viene a la cabeza la brillante idea de eliminar las repeticiones en primaria, me compadezco de los pobres maestros que van a heredar el fardo.

3) ¿Las políticas de seguridad han logrado disminuir los índices de delincuencia? Ya todos sabemos y lo que es peor, padecemos la respuesta. Ahora, ¿es lógico esperar otros y mejores resultados cuando hace alrededor de una década aplicamos las mismas políticas por los mismos jerarcas?

4) ¿La política fiscal ha sido sobria y ajustada al equilibrio entre ingresos y egresos? 4.8% del PIB como déficit (y contando). Preferí poner esto a un simple “no". Da gracia que entre políticos de todos los sectores se haga especial hincapié en la pérdida eventual del grado inversor. Eso es eventual, puede suceder o no, pero lo que sí va a suceder es que ese agujero lo vamos a pagar los que vivimos de un salario. El capital puede que tenga que enfrentar una parte de esa carga, pero el capital trasciende nacionalidades y detrás de él hay un montón de cerebros que saben como hacer, legal e ilegalmente para escurrir el bulto. Juan Pueblo no tiene esa ventaja, así que posibles y efímeras conquistas sociales pueden volar por los aires.

En definitiva, si queremos y nos queremos, por el bien de todos y de la democracia, votemos por un cambio. Sartori no, ¡por favor!, Maneco tampoco.

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