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Cuestión de sangre

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Proteger la intimidad

@|Apenas me levantaba esta mañana, cuando recibí un mensaje de una persona muy afectada por un inconveniente que se le suscitó cuando concurrió a donar sangre en un determinado sanatorio capitalino.

En el formulario que se le entregó al donante se le preguntaba (entre otros puntos) si había tenido relaciones sexuales con personas del mismo sexo durante el último año, si así fuera, no podría donar. Prohibición que ya no rige en la mayoría de los países integrantes del Mercosur, pues dicho aspecto ha sido modificado por recomendación de la misma Organización.
Respecto a esta misma cuestión, tuve oportunidad de concurrir hace varios años atrás al MSP, con una Fundación de la cual formé parte, para reclamar sobre este mismo tema, y posteriormente a título personal, a un Banco de Sangre de Montevideo citada por la Directora del mismo.

En esa visita, manifestamos, tal como lo hacemos ahora, que la intimidad de la personas, es eso, “intimidad” y preguntar con quién se acuesta cada uno es una violación tácita a ese derecho individual, imponible frente al Estado y los demás actores sociales.

El tener relaciones sexuales con una u otra persona, tampoco puede considerarse una acción que ataque el orden público, ni perjudique a un tercero, pero sí puede ser peligroso no contar con los controles sanitarios adecuados para verificar si la sangre que recibimos corresponde a un portador de HIV o no, que sería el motivo aparente de dicha restricción, con el que insistía la mencionada profesional en casi toda la charla. Por otra parte (en esto sí estuvimos de acuerdo), no es bueno hablar de “personas de riesgo”, las personas no somos de riesgo, tenemos “conductas de riesgo”, y ese tipo de actitudes pueden darse en cualquier ser humano, no es propio únicamente de las personas homosexuales.

Cualquier heterosexual puede manifestar ese tipo de comportamiento si no sigue los lineamientos correspondientes para proteger su propia vida, y también la de sus seres queridos ante situaciones dudosas, pero reitero, me parece extraño que en Uruguay no existan como en los otros países, los mecanismos adecuados para controlar eficazmente los fluidos que se donan. (Eso es lo que aparenta).

Insisto: las enfermedades que podamos tener en nuestra sangre, en aquellos casos específicos de contagio o transmisión sexual, depende muy especialmente, como en tantas otras, de la educación y consciencia que tenga cada uno y no en la orientación sexual.

Finalizamos: el citado formulario es encabezado por una frase que sostiene que el objetivo del mismo no es discriminar, sino proteger a las personas participantes (donante y donador). Seguramente la voluntad de quien elaboró dicho documento es excelente, aunque no es precisamente la forma adecuada; invadir la privacidad de las personas jamás puede serlo. Además, nada puede asegurar que la persona que responda el cuestionario diga la verdad en cuanto su orientación sexual, u otras preguntas que se hacen en el mismo.

En fin, tema escabroso, que ya ha sido subsanado en varios países, y hace cuestionar el motivo por el cual nosotros seguimos todavía con este tipo de cuestionamientos, molestos y que impiden que muchos ciudadanos concurran a donar sangre, porque no tienen interés en ventilar su vida íntima, por un acto, que debería ser auténticamente solidario. Una lástima, pues sabemos lo necesario que son los donantes en Uruguay, y lo difícil que es poder cumplir con los requisitos exigidos para poder donar. Así estamos.
PD: La persona que me escribió no pudo donar por problemas que nada tenían que ver con su orientación sexual.

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