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Cuatro pesos por bolsa

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@| Digno de celebrarse... al menos en parte, ya que tal medida restrictiva, como a menudo sucede, no afectará a quienes puedan y quieran seguir usando, irrestrictamente, las bolsas descartables.

Dos consideraciones, no obstante:

1) El costo de las bolsas plásticas, desde siempre hasta hoy, ya estaba incluido en los costos de todos los clientes. 

Por tanto, sería de justicia que, virado el timón, se trasladase el ahorro resultante de su implantación, a los productos de primera necesidad, cuando menos.

2) Mucha gente le da un segundo uso a tales bolsas, al utilizarlas para dejar sus residuos domiciliarios en los vandalizables contenedores.
¿Qué usarán en su reemplazo? ¿Otras bolsas tan perjudiciales como las que hasta hoy traía "gratis" del súper? ¿O bien optará el vecino menos pudiente (o más indolente) por desecharlos sin envoltorio alguno? ¿Optaremos por el añejo, casi extinto y también antiecológico envoltorio de papel de diario? (Derrochamos árboles y agua limpia para confeccionar descomunales rollos para rotativas).  

Puedo imaginar nuestra ciudad, ya seriamente comprometida en su aseo callejero, tras el previsible impacto por falta de las bolsas "gratis"... que nunca lo fueron.

3) "Desde el 1º de marzo ya no se producen en Uruguay ni se pueden importar bolsas que no sean compostables o biodegradables..."
¿Por qué, entonces, restringir, discriminándolo socialmente, el uso de un producto que, según se nos anuncia, "es compostable y biodegradable", vale decir no agresivo? Y si no fuese "biodigerible" por Natura, ¿entonces otorgaremos un salvoconducto de agresión contaminante solo a aquellos que disponen de dinero para pagar el costo extra impuesto a las bolsas “gratuitas”?

Todo control de excesos, sobre todo los planetarios, que nos incumben a todos, no deberían dejarse librados a la profundidad del bolsillo o a la buena voluntad de cada quién. Son derechos y obligaciones que nos corresponden a todos por igual.

El petroplástico, lo paguemos o venga de “cortesía” es, sin duda, perjudicial para la vida toda. Limítese, pues, su uso al mínimo, pero sin tramposos ambages económicos.

El biodegradable, según se nos asegura y pregona, no daña el delicado equilibrio del medio que nos sostiene. ¿Por qué, entonces no continuar con la producción de bolsas “gratuitas” y amigables con la Naturaleza, sin perjudicar a los más vulnerables ni a la mano de obra de industrias legalmente establecidas, en tanto probadamente no contaminantes ?
¿O no se nos estará diciendo toda la verdad al respecto...?

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