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El costo del Estado

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Ejemplo al alcance de la mano

@| Para bajar el déficit fiscal, el Presidente de la República Argentina Mauricio Macri resolvió reducir en un 25% los cargos políticos (acá llamados de confianza), congelar los sueldos altos de su Administración y prohibir la designación de familiares de ministros en la función pública.
Es claro que para hacerlo aquí se precisa valentía para enfrentar a los parásitos que carcomen la sociedad. Ellos tienen diversas formas y generalmente aparecen como imprescindibles para mantener el status quo. Algunos son “caudillos políticos” que no han sido electos para cargos rentados, pero que han sumado votos para el partido político que tiene opción para designarlos como directores de entes autónomos o servicios descentralizados. Otros han conseguido prebendas por amiguismo o por presiones circunstanciales que no están dispuestos a renunciar. Algunos se disfrazan de eruditos para presentar como un brillante negocio la privatización de Pluna, que luego resultó costarnos a los contribuyentes 300 millones de dólares y que continúan administrando la economía del país lo más campantes explicando cómo hay que pagar cada vez más impuestos y tarifas públicas. Otros se autocalifican de “pobres” aunque ganan más 600 mil pesos por mes en cargos públicos y sus contribuciones fueron – entre otras – dejar los agujeros de Ancap, del Fondes, del déficit fiscal y de anteponer su ideología a los intereses del país como cuando se dejó entrar a Venezuela en el Mercosur.

Cuando las circunstancias económicas imponen un ajuste, el que lo tiene que afrontar es el sector privado y siempre tienen un justificativo para seguir derrochando los dineros de los bolsillos ajenos. Explican que los más de 50.000 nuevos cargos públicos fueron en áreas requeridas como ser enseñanza, seguridad, asistencia social y salud. Los resultados obtenidos son elocuentes: la enseñanza va de mal en peor, la inseguridad se derrama por todo el país, y tanto la asistencia social como la salud son fuente de corruptelas cada vez más descaradas. Si hay que exonerar impuestos, lo hacen con grandes empresas multinacionales, sin que nadie los acuse de “vende patrias”. Si alguien se le ocurre contrabandear autos de alta gama e ingresar millones de dólares en aviones privados, nadie se entera (si aquí no hay corrupción, ¿de qué se trata?, ¿de errores?). A pesar del ajuste que se impuso a principios de 2017, el déficit fiscal termina el año con un 3,5% de mayores gastos frente a los ingresos fiscales.

La sensación que uno experimenta es que seguimos hipotecando el futuro de nuestros hijos y nietos y que debemos exigirle a la dirigencia política que se sincere, deje de lado intereses personales, sectoriales y políticos para trabajar de una buena vez por quienes les pagamos los sueldos. Que no tengamos que lamentarnos después de tener que repetir desgracias que ya hemos vivido…

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