Publicidad

Las cosas por su nombre

Compartir esta noticia

@|Hay un nuevo Ministro del Interior. Recién comienza su función. No descubro nada al decir que habrá una lucha ardua y larga con un flagelo que solo puede pasar a un segundo plano con la aparición del nuevo virus.

Se ve, se ausculta otra actitud, otra disposición, otra comunicación con la población, otro “feeling”. Y sobre todo, otra empatía con los familiares de los inocentes caídos. De aquellos que hasta ahora no han merecido marchas recordatorias; los olvidados (al decir de Quique Yanuzzi).

Era como muchos pensábamos que debía ser, que así debía comportarse el responsable de una cartera vital en cualquier gobierno, en cualquier país.

Es que toda mejora que un gobierno logre en la vida del ciudadano, se empaña, se devalúa si la seguridad brilla por su ausencia. Si todo aquel que sale de su casa no tiene la seguridad de volver.

Sin desmerecer a nadie y lo digo con todo respeto a todo ciudadano de cualquier condición y oficio: es un profesional. Alguien que ha estudiado, y con un plus, el de un pasado irreprochable. Sin ningún trauma que lo condicione.

Seguramente no necesitará la propaganda de ningún periodista que lo rotule pomposamente como “el mejor Ministro del Interior”. Seguramente que si así fuera, será el primero en rechazar un comentario tan obsecuente.
Se advierte de pique nomás que trabajará dentro y fuera del escritorio.

Hay un detalle que de arranque llama la atención y demuestra la actitud diferente del nuevo Ministro: el lenguaje. No usa eufemismo alguno para dirigirse a los delincuentes. Ya no vamos a escuchar aquel sonsonete: “jovencitos infractores” o “muchachos que han perdido el rumbo”. Los tilda de lo que son: asesinos despiadados.

Empezamos bien.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

virusMinistro del Interior

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad