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Contaminación

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@| Estaba en la tapa del libro. Era cuestión que me tocara la bolilla. Le tocó a un hijo, es decir, a mí. Un “ente” armado quiso entrar al lugar donde se presume debemos sentirnos más seguros: el hogar. Dos balazos recibió por defender junto a su esposa la entrada ante el intento de copamiento. Por defender a sus hijas que estaban a pocos metros. Le dio al “infractor” su billetera con todo lo que tenía, pidió por su vida, igual “esa cosa” quería entrar y al no conseguirlo tiró.

El azar, decisivo otra vez, quiso que las balas sólo rozaran su abdomen y espalda. Quedó vivo para contarlo.

No voy a caer en la simpleza de responsabilizar al gobierno o a las fuerzas de seguridad por este atentado. Ni tampoco aprovechar esta casi desgracia para expresar simpatía por fuerza política alguna. Pero sí, en medio del dolor tengo todo el derecho a demostrar mi repudio a quienes dentro del FA se oponen a todo cambio para combatir la inseguridad. Son los mismos que victimizan a los delincuentes.

Pertenecientes a ese marxismo criollo, minoritario pero enquistado en todos los poderes del Estado y predominante en el PIT-CNT, que viven y subsisten onerosamente gracias a un capitalismo y liberalismo del cual reniegan. Enfatizo lo de criollo, porque en los regímenes marxistas a quienes lamen las botas han sido implacables con los delincuentes, mayores o menores. Implacables también con los diferentes. No lo van a decir, saben callar. Pero entiendo, esa es su bandera, la que les da de comer, por eso camaleónicamente se suman a toda causa loable, y están en primera línea en cuanta marcha sea.

Son los nostálgicos que siguen pensando que cuanto peor, mejor. Son los mismos que en los congresos del FA llevan su osadía al extremo al pedir que borren el historial criminal de los menores.

Son los mismos que “se quisieron devorar” al jefe de policía cuando declaró que íbamos camino a estar como en Guatemala u Honduras.
Son los mismos que en los discursos del primero de mayo ni mención hacen de cientos de vidas de trabajadores (a quienes dicen representar) que sucumben en manos de criminales. No les importa. Apenas pueden rozar el tema alguna vez pero siempre llevando agua para su molino, culpando al neoliberalismo, a la sociedad patriarcal, al imperio o a quien sea. Como si no hubieran fracasado en todos lados. Como si en los regímenes que aún quedan en pie no estuvieran apuntalados por la fuerza, por el autoritarismo.

Una lástima, contaminan a una fuerza política que logró cosas buenas.

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