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Cambio climático

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@| Ana María me abrió las puertas de su casa, pero no solo como la dueña de una posada que me hospedada, sino como la enfermera de un paciente grave, colapsado y al borde de la muerte. Sus signos vitales mínimos, su semblante triste, su prognosis mala, pero con ganas de vivir. 

Ana María es la administradora (y en mi opinión el eje del establecimiento) del Capricho, una posada en Quebrada de los Cuervos, Uruguay. El paciente es el medioambiente del Uruguay rural, su agroecologia y la sustenibilidad del aparato productivo agrícola del país. 

De agrónomo, ecólogo, sociólogo y agricultor confieso que tengo muy poco, pero tengo sentido común, respeto por cualquier ser humano que aporta a un mejor mundo y habilidad para escuchar. Obvio, que político tan poco soy. No tengo lado en este argumento. Pero, en tres días que pensé que iba a realizar senderismo, el sendero me llevó a un lado oscuro, diferente y si no actuamos debidamente, sin esperanza a un futuro incapaz de establecer una soberanía alimentaria. 

Caminando una hora con Doña Ana, ella me llevó a una de sus huertas, donde me mostró el efecto de el cambio climático. La falta de lluvia en un Uruguay en un febrero en el cual usualmente llueve no solo arruinó su maíz, arruinó su esencia, sus raíces y el futuro de alimentos que en sí llevan cientos de años formando generaciones. Maíz transgénico que llega invadiendo cosechas alterando el maíz como el universo lo puso en este mundo, es otra de las amenazas que tiene el maíz de Doña Ana, cuya semilla data del siglo 19.

Aunque Doña Ana está entradita en años, no la vi tomándose las usuales pastillas que la gente toma. Ella va un botiquín que no tiene nada que envidiarle a Bauer, Pfizer o Glaxo. Camina kilómetro y medio hacia el norte de su chacra mirando hacia Brasil y elige plantas que todavía nadie del mundo de la academia se ha dignado a estudiar. 

Y ahí yace el verdadero problema en todo esto. Nadie escucha al agricultor rural ya. Increíblemente la gente toma en serio a un ingeniero agrícola con ocho años de estudio y se ríe de un agricultor rural con centenares de años haciéndole el amor a su tierra.

Vengo de un país grande el cual sufre la ignorancia de un presidente que rehusa a creer que el cambio climático es real y estamos pagando las consecuencias de su terquedad. Cuiden mucho a Uruguay, mi gente. ¡Los quiero y nos vemos pronto!

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