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¿Qué América?

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Asistimos a un “indigenismo” militante en cuyo discurso observamos omisiones de los problemas arqueológicos y antropológicos de una Prehistoria de 35 mil años, más que menos. Tomemos la generalización más simple: “todo lo indígena es charrúa”. Veamos: ¿Quiénes son más antiguos -los charrúas o los incas- contemporáneos al entrar en contacto con los españoles; siempre que haya relación entre antigüedad y adelantos con adaptación al ambiente; y que se haya dado aisladamente?

Una revisión de la historiografía clásica, revisionista o “indigenista” omite por igual el aporte guaraní, presente en la toponimia del país, en el vocabulario, costumbres, fundación de ciudades, oficios, cristianos; socialmente mestizados y distribuidos en toda la campaña... Sin el aporte guaraní los famélicos expedicionarios de Pedro de Mendoza en 1537 no hubieran sobrevivido en Asunción y desde allí, colonizado toda la región.

La otra omisión es la religión, a la que se presenta como agente conservador, reaccionario, pasivo, a lo sumo una enumeración de aspectos artísticos, iconográficos y exóticos… y no profundizan en las “mentalidades” y “teologías” tan complejas hoy como hace 500 años ó 5.000 ó 50 mil años.

El “indigenismo” moderno tiene serias incomodidades con el canibalismo, los sacrificios humanos, el abuso de poder del cacicazgo, la poligamia, el incesto… y también con la conversión de millones al cristianismo católico, logro que las comunidades protestantes no tuvieran en América. Sumemos la omisión de esos marineros y campesinos de Castilla que también conocían la superstición, el abuso y la miseria…

Veamos ¿cómo llamaremos de aquí en más a nuestro continente? Los españoles se refirieron como “Nuevo Mundo” o “Reinos de Indias” (en plural) equiparados a Castilla, León y Aragón; los americanos prefirieron América (Américo Vespucio era italiano de Florencia); Columbia (por Colón, como usan algunas abreviaturas, CBS, NBC, ABC…). Roberto Ares Pons anotó varias opciones: Indo América, Latino américa, Hispanoamérica, Iberoamérica, según a quien se quisiera excluir o incluir.

Los españoles repitieron los nombres de sus territorios: Nueva España, Nueva León, Nueva Granada, Nueva Castilla… hasta Nuevo México. Otros europeos nominaron: Nueva Inglaterra, Nueva Brunswick, Nueva Gales, Nueva Escocia, Nueva Orleans, Nueva York o Nueva Ámsterdam… Costumbre que no abandonaron nuestros inmigrantes: Nuevo París, Nuevo Berlín, Nueva Helvecia… Notemos que entre 1830 y 1852 el Uruguay creció de 30 mil a 130 mil habitantes y de 1852 a 1908, creció de 130 mil a un millón; este fenómeno demográfico tiene escasos análisis en nuestra Historia Social y la visión que tenemos de nosotros mismo y de nuestra América. Abandonamos el cristianismo y esperamos entender las mentalidades indígenas!

Agregamos que nuestros indigenistas no tienen pureza racial para probar su filiación; necesitamos trazas genéticas originales y verificables; tienen apellidos europeos y hablan castellano y sus ideas se aproximan a un discurso internacional y de oportunidad.

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