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Adán y Eva enojados

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Las cosas tienen un límite”, dijo el ex presidente José Mujica al referirse al cuadro pintado por el artista Julio de Sosa que tanto hizo hablar la semana pasada y que dio vuelta al mundo.

Las cosas tienen un límite”, dijo el ex presidente José Mujica al referirse al cuadro pintado por el artista Julio de Sosa que tanto hizo hablar la semana pasada y que dio vuelta al mundo.

Seguramente, Sosa no imaginó nunca que una obra suya se exhibiera en los principales portales de Internet de los cinco continentes. Como se sabe, la obra, que muestra a Mujica y su esposa Lucía Topolansky como Adán y Eva, estilizados y muy mejorados de lo que verdaderamente se ven, debió ser descolgada por la galerista Diana Saravia que la exhibió por unas horas en su local del Centro. Lo hizo por sugerencia de la policía y sin mediar orden judicial alguna. Saravia, bajó el cuadro “para no herir la sensibilidad de nadie”.

Un magistral retrato del episodio fue realizado por Arotxa y publicado en El País al día siguiente. Horas más tarde, la propia Ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, en declaraciones a El Observador, sostuvo que el cuadro es una expresión artística y “las expresiones artísticas deben ser libres”. Sería bueno saber quién mandó a la policía a la galería de arte y al amparo de qué norma sugirieron que no fuera exhibido. ¿Se trató de una orden o de un amedrentamiento? Sí, queda claro que fue un acto de censura.

Más allá de la polémica suscitada, vale la pena detenerse en la reflexión que sobre el hecho formuló el propio Mujica: “Las cosas tienen un límite”. Y es verdad. Sorprende que el ex presidente tan afecto a la verborrea se haya dado cuenta ahora que existen los límites, cuando en palabras de su propia mujer “todo eso es una pajería porque un tipo nos pintó en bolas”.

Desde hace años, venimos escuchando las frases patéticas, soeces e irreverentes del matrimonio Mujica-Topolansky. Son reacciones, comentarios y reflexiones sin precedentes en la historia de la política uruguaya. Provienen de un ex presidente constitucional y de una senadora de la República. Pensar que nos indignábamos con los dictadores que hablaban sin pronunciar las c, las p y las s. O decían puédamos, téngamos y hubieron.

La filosofía barata y el vocabulario de barrabrava del señor Mujica y su mujer, indignan y avergüenzan a la mayoría de los uruguayos. Han puesto en un brete, en más de una ocasión, al gobierno de su propia fuerza política. ¿Qué habrá pensado el presidente Tabaré Vázquez cuando leyó, un par de semanas atrás, las declaraciones de su antecesor al diario El Mundo de España? Allí, sostuvo que Brasil y Argentina “están cagando arriba de la mesa de los vecinos. La puta que los parió. ¡Qué desastre! Parecen dos repúblicas bananeras”.

Señor Mujica, todo tiene un límite. Es verdad. No es menos cierto que usted los transgrede siempre. También es una realidad que hay un grupúsculo de sus seguidores que festeja sus exabruptos. El l° de marzo, cuando juró ante la Asamblea General, habló de educación, educación, educación. Porque, según dijo, “un pueblo educado tiene las mejores opciones en la vida y es muy difícil que lo engañen los corruptos y mentirosos”. Ya sabemos qué pasó después.

Hoy estoy convencido que su mayor aporte al país, sería que se llamara a silencio y dejara tranquilo a los artistas. A lo largo de la historia de la humanidad, ellos sí han contribuido, de verdad, a la educación de los pueblos.

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Diego Fischer

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