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Suerte y unidad

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DANILO ARBILLA
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Si se trata solo de tener suerte, la mayoría de los uruguayos deberían haber votado por el Frente Amplio (FA). Pero, co-mo son estos los que tienen suerte, perdió.

¿Cómo habría explicado Martínez, si hubiese ganado, una ineludible suba de las tarifas en marzo debido a que el gobierno de Tabaré Vázquez por razones electoreras no las ajustó al comenzar el año? Uruguay, con la batuta de Astori, tiene las tarifas más altas del continente. Ahora se rasgan las vestidura por el ajuste. Lo que ocurre es que ello se encuadra en la política de confrontación y de oposición al cambio y el comienzo de la campaña electoral para el 2024. Ya lo dijo Vázquez en su primera aparición desde una punta del conglomerado, y lo repite el presidente del Pit-Cnt desde la otra.

Durante la crisis de principios del 2000 -Argentina, Brasil, la aftosa, etc.- que el presidente Batlle sorteó con éxito, este contó con poca ayuda del FA. Imagínese uno lo que hubiera sido con un gobierno del FA, teniendo en cuenta lo que hizo después y lo hecho por el Socialismo del Siglo XXI: estaríamos buscando al Uruguay en el mapa. Batlle, en cambio, lo reencaminó por la senda del crecimiento y así se lo entregó a la izquierda. Y esta se hizo cargo del gobierno en el período más largo y de mayor bonanza que se conoce. Mucha plata dulce, por lo menos hasta el 2015. La verdad es que ligaron. Como ligan ahora que se van y entregan una economía en bajada. Así ligaron los kirchneristas cuando los echaron y volvieron a ligar merced a los miedos y la bobería e incapacidad de Macri. (Lo único bueno que tiene lo del vecino país es que es un ejemplo de cómo no hacer las cosas).

Los que no ligamos fuimos los uruguayos que tan poco avanzamos cuando aquel vendaval a favor y ahora otra vez en la noria. Y todo se debió a la impericia del Gran Astori y a su propósito totalitario, siguiendo su doctrina, controlando la vida de los ciudadanos y aliándose -incluso a costa de la soberanía nacional-, al capital financiero y a las grandes empresas internacionales las que, como se sabe, no tienen problemas ideológicos mientras se la puedan llevar. Pasó y pasa en Cuba, pasó con Chávez, con Lula (¿qué hubiera sido de Odebrecht sin Lula?), pasó con Astori. Al mismo tiempo se establecieron sistemas asistenciales con efectos negativos para la educación pero rentables electoralmente y se dieron prebendas -no derechos adquiridos para las organizaciones sociales al mando del FA, como lo es, para citar la principal, el Pit-Cnt.

Esa es la historia real que desmiente al relato frentista -que añadió ahora que no hubo corrupción- y que asusta a Tabaré, por lo que reclamó a sus huestes que hay que contrarrestarla.

La gente está podrida de la soberbia, la cátedra y el patoterismo. Y por eso votó cambiar. Pero el cambio se concreta con hechos y eso es responsabilidad del nuevo gobierno. De nada sirve el relato. El Frente Amplio, una coalición de por lo menos una decena de partidos -donde hay líderes que se odian y serruchan desde siempre- tiene la ventaja de funcionar como partido único -con las reglas de la nomenclatura- y esa, en apariencia, es la diferencia con la coalición multicolor. Si esta no lo toma en cuenta seriamente -por ahora hay demasiados roces por cosas pequeñas, además- entonces seguirá el viejo relato con sus fábulas y embustes. Y quizás vengan hasta cosas peores.

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