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Promesas de un sub-80

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Tabaré Vázquez nació el 17 de enero de 1940. Luis Lacalle Pou el 11 de agosto de 1973. Fueron los candidatos más votados (aunque no en ese orden) en las recientes elecciones internas. Ese dato marca que, más allá de la diferencia de los partidos políticos que representan, hay por lo menos una profunda brecha generacional entre ambos, que se ve reflejada lógicamente en muchas cosas, incluso en el estilo de “hacer” política.

Tabaré Vázquez nació el 17 de enero de 1940. Luis Lacalle Pou el 11 de agosto de 1973. Fueron los candidatos más votados (aunque no en ese orden) en las recientes elecciones internas. Ese dato marca que, más allá de la diferencia de los partidos políticos que representan, hay por lo menos una profunda brecha generacional entre ambos, que se ve reflejada lógicamente en muchas cosas, incluso en el estilo de “hacer” política.

Apenas conocidos los resultados electorales a través de la unánime proyección de las encuestadoras (esta vez, por lo menos, no le erraron), Vázquez, con un perfil acartonado y bastante maquillaje, apareció ante sus seguidores, la prensa y los canales de televisión para dar lectura a “importantes anuncios” (así decía, por lo menos el motivo de la convocatoria) que marcarían su eventual acción al frente del gobierno. Lo que se escuchó fue un manojo de promesas y más promesas, precedido y finalizado sin el mínimo y caballeresco reconocimiento al esfuerzo desplegado por su adversaria en las internas, Constanza Moreira. Ni siquiera la mencionó. Apenas un frío saludo.

Todo lo contrario a lo que ocurrió con los blancos: desde el emotivo discurso de Larrañaga aceptando su derrota, su llegada a la Casa del Partido Nacional junto a todos los integrantes de su comando, su abrazo con Lacalle y el enorme reconocimiento que éste le hiciera durante su alocución. Todo en un clima de espontaneidad, hidalguía y sin maquillaje ninguno.

Pero, más allá de esta anécdota, que no es menor, vayamos a los “importantes anuncios” que Vázquez formuló esa noche, plenos de infantilismos y un desprecio absoluto a la inteligencia de los uruguayos: habló el candidato del Partido que hace diez años que está en el poder, que disfrutó de una formidable bonanza económica a nivel internacional, que tuvo siempre mayoría automática en el Parlamento para votar las leyes que se les antojara y así fue (y nos fue). Si con ese panorama no se hizo todavía, nos gustaría saber porqué no se hizo. Veamos algunas de sus promesas:

— Sistema Nacional de Cuidados: priorizando a la primera infancia a los discapacitados y a los adultos mayores. Y la creación de nuevos puestos de trabajo genuinos.

— Gobierno digital: utilizar Internet para la realización de todos los trámites públicos. Para ello se entregará una tablet a cada jubilado por el BPS.

— Apuesta educativa: al final del próximo periodo de gobierno, el 100% del ciclo básico lo haya culminado y todos los alumnos de Primaria recibirán clases de inglés, sin aclarar quién suprimió esa asignatura en Secundaria.

— Plan de viviendas: se atenderá en principio a las 38.000 familias en situación más vulnerable.

— Impuestos e inflación: obvio, se disminuirán impuestos a los trabajadores y se controlará la inflación para que se ubique entre el 3 y el 7%.

— Infraestructura: se construirán carreteras, puentes, puertos, plantas energéticas y de telecomunicaciones.

— Seguridad pública: se combatirá la delincuencia a la vez que se trabajará sobre las causas, integrando políticas educativas, laborales, carcelarias y tecnología.

— Competitividad: medidas para que el sector privado y el público puedan trabajar juntos.

— Sociedad: programas y acciones para la inclusión social y la convivencia: contra la violencia y la discriminación.

Si después de 10 años en el poder se presenta como gran novedad o “importantes anuncios” que se va a cuidar a la primera infancia y a los discapacitados, que se llevará adelante un plan de viviendas y que se van a construir carreteras, puentes, etc., que se va a lograr el 100% de éxito en el Ciclo Básico de la educación, que se va a profundizar el combate contra la delincuencia como si fuera un fenómeno reciente, parecería que quien habla no tiene ninguna responsabilidad con lo ocurrido en esa década en el país y (lo peor) que entiende a la campaña electoral como un concurso de promesas.

Se está apostando a un estilo de política ya difunto; da la impresión que se considera a los electores como seres muy tontos a los que se les puede engañar una y otra vez. Eso no es bueno en un candidato y es muy viejo en la política: se llama demagogia.

No hay dudas de que el mundo ha cambiado y el país con él. Y esas transformaciones tienen ritmo de vértigo. Basta con echar una mirada hacia atrás para observar cómo la modernización llega a raudales todos los días de la mano de la ciencia y la tecnología. Hay que tener la cabeza abierta y la edad de los candidatos es hoy un aspecto importante. Parece aconsejable que el país del futuro, el de nuestros hijos, no quede en manos de un sub-80, sino de alguien que entienda y viva en los nuevos desafíos. Por eso es que soplan vientos jóvenes en nuestro Uruguay y no solo en el Partido Nacional.

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Washington Beltrán

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