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Lacalle Pou y la coalición

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WASHINGTON BELTRÁN
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El candidato del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, al frente de una inédita coalición de cinco partidos políticos será el próximo Presidente de Uruguay.

Tremendamente festejado por las banderas blancas y celestes que se desparramaron por las principales avenidas de Montevideo y el interior del país, cuando por televisión algunas encuestadoras anunciaron su victoria y luego se llamaron a silencio.

Fue una noche larga y de panorama incierto. Pero al final ganó, ajustadamente pero ganó, quien debía ganar. Quien había hecho las cosas mejor y marcó el retorno del Partido Nacional al gobierno luego de 30 años, cuando Luis Alberto Lacalle Herrera, justamente el padre del futuro mandatario, ocupó el cargo.

El triunfo de Lacalle Pou fue el fruto de su capacidad, de una estrategia inteligente y bien estudiada que mantuvo intacta a lo largo de cinco años y de los errores en el gobierno del Frente Amplio, que tras 15 años en el poder, con sus mayorías parlamentarias automáticas, se vio abrumado por un cúmulo de errores que pegaron duro en la economía, con sus principales figuras desgastadas y con un candidato sin carisma, que no enamoró a nadie, que pagó el precio de esos errores y terminó sumando otros de su propia cosecha.

Derrotado con comodidad en 2014 por Tabaré Vázquez, el nuevo presidente tomó cuenta de sus equivocaciones. Armó un sólido equipo de cabezas bien abiertas que trabajó con él desde el primer momento (Pablo da Silveira, Azucena Arbeleche, Álvaro Garcé, Rodrigo Ferrés, Juan Ignacio Buffa) y, paulatinamente, se fue agrandando con nuevas y muy valiosas incorporaciones (Pablo Bartol, Sebastián Bauzá), pero no se apartó en ningún momento de la línea de trabajo y tampoco se apresuró. Entendió bien claramente que el panorama político uruguayo exigía sentar las bases para una coalición de partidos opositores al Frente Amplio, convertido en el partido numéricamente más poderoso. La posibilidad de victoria residía en un nuevo balotaje para definir, donde todos los otros partidos apoyaran su candidatura. La multiplicación de colectividades que aparecieron en esos comicios, no impidió mantener esa consigna.

Tras las elecciones de octubre, el Partido Nacional salió a la cancha para disputar la gran final. Todos, absolutamente todos sus principales dirigentes (ya con Juan Sartori incluido en el equipo y jugando como uno más) recorrieron el país una y otra vez, acompañando al candidato, a su vicepresidenta Beatriz Argimón, en grupo o solos. El Partido Colorado, a través de sus dos principales dirigentes, Ernesto Talvi y el dos veces Presidente de la República, Julio María Sanguinetti, trabajó sobre sus votantes para asegurar el apoyo. Guido Manini Ríos -la gran sorpresa de las elecciones de octubre- no escatimó esfuerzos. Tampoco el Partido de la Gente con Edgardo Novick a la cabeza. Y el Partido Independiente, esa reserva moral que tiene el país, plantó lucha con Pablo Mieres en primera línea. Se firmó un acuerdo programático, hubo actos conjuntos y ayer todos festejaron con el Partido Nacional el triunfo de Luis Lacalle Pou.

Del otro lado, el Frente Amplio en su peor expresión. El pueblo se cansó de las promesas incumplidas, el incremento del delito, los actos de corrupción, la dilapidación de los dineros, la desocupación en ascenso, las subas de tarifas, los aumentos de impuestos y, en definitiva, de las consolidaciones fiscales del ministro Danilo Astori. No hay dudas de que todo el proceso de Ancap y el entonces vicepresidente Raúl Sendic tuvieron un costo muy grande (aunque no tanto como la plata quemada). Y, además, la soberbia le pasó factura. Sus mayorías automáticas le hicieron considerar al prójimo con algo prescindible y de segunda categoría, al que no es necesario escuchar y menos negociar o buscar conformar. Aunque ese prójimo fueran los representantes del 50% de los uruguayos.

Ahora el FA se quedó solo, sin mayorías parlamentarias y en manos de los grupos radicales. El gran derrotado en este proceso electoral fue el sempiterno ministro de Economía Danilo Astori, que vio como se achicaba su espacio socialdemócrata: 33 de los 42 diputados del FA y 8 de sus 13 senadores, se identifican con el ala más radical.

Lacalle Pou tendrá un desafío muy grande. No solo la economía está en caída y los ciudadanos viven atrincherados en sus casas porque afuera campea el delito. Lo más grave es que el Frente ha logrado enfrentar a los uruguayos, los ha dividido en oligarquía y pueblo, en fachos y focas, en malos y buenos. El nuevo gobierno tiene aquí su mayor asignatura: todos somos uruguayos y todos vivimos juntos en el mismo país. Que la alternancia en el poder signifique un gobierno para todos los uruguayos y no solo para la mitad.

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