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Como a la conga

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Washington Beltrán
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Esta segunda presidencia de Tabaré Vázquez se instaló en medio de expectativas y grandes promesas, pero al año ya se vislumbraba el cero y ahora anotamos de a menos diez. Como a la conga.

La lucha interna del Frente Amplio por el poder desvió su empuje inicial y, para peor, empezó a acumular derrota tras derrota ante el mujiquismo. La pulseada permanente que mantuvo desde un principio Vázquez con Mujica explotó violentamente con el tema de la marihuana, donde el líder del MPP, ante los problemas surgidos para su comercialización amenazó la guerra total, con boicot incluido: "Si esto se tranca queda trancado el Parlamento. Acá no va a salir nada. No se puede permitir que no se encuentre una solución. Si no pueden encontrar una solución que se vayan y que venga gente capaz de encontrar una salida".

Si Vázquez venía desmotivado y mal, ese episodio terminó por liquidarlo. Además, ya no soplaba el viento amigo de la bonanza económica y se vino la hora de la verdad para el Frente Amplio. Todo empezó a tambalear, creyeron que el viento era para siempre; nadie pensó que podía amainar. Pero amainó....

Como si fuera poco, quedaban unos asuntillos medio urgentes para resolver: el déficit de Ancap, el tema Sendic, el Fondes, los negocios con Venezuela, las relaciones con el régimen de Maduro, ASSE, la regasificadora, la inseguridad de los ciudadanos, acuerdos comerciales para la colocación de la producción, la enseñanza (¿el ADN?), el abandono de los planes de vivienda popular.

Tres años después, todos ellos subsisten y muchos se han agravado, al tiempo que han aparecido otros: la crisis del campo cuyo último coletazo llevó a que la arrocera Saman (una de las empresas habituales en el top 10 de las exportaciones uruguayas) cerrara una de sus plantas; la difícil situación de la industria lechera y el largo conflicto que ya lleva Conaprole; la falta de inversiones en UTE que ha derivado en la reaparición de los apagones; el año 2017 culminó con 112 empresas comerciales que pidieron concurso (un 48% más que en 2016) y ahora acaba de hacerlo un referente del sector, como es Motoci-clo con 300 trabajadores en planilla además de otras 50 empresas (entre las que se encuentra Pili y la avícola Tenent). Aparecieron movimientos espontáneos para dar vuelta la pisada en algunos sectores, como EDUY21 en la enseñanza y Un Solo Uruguay en el agro, pero no se les escucha y sí se les ignora.

Tiene razón el senador Lacalle Pou cuando afirma que "hoy estamos ausentes de gobierno, ausentes de conducción y, lamentablemente, uno no sabe cómo hacer para que el gobierno se ponga en su lugar". Y gobierne.

Pero hay otros indicadores que demuestran que la absoluta inacción del gobierno viene deteriorando acentuadamente la vida de los uruguayos. Existe la certeza, más allá de los datos que pueda manejar el Ministerio de Desarrollo Social, que es cada vez mayor el número de uruguayos que duermen en las calles. Por lo menos en Montevideo. Y, como si fuera poco, Búsqueda publicó en su última edición un informe sobre un aumento en la cantidad de asentamientos. Según el semanario, "el partido de gobierno tiene un dato claro y es que los asentamientos crecieron al menos un 3,5%. Entre 2011 y 2018 se pasó de 589 asentamientos a 610, según comentó el diputado del Movimiento de Participación Popular, Jorge Meroni.

Más allá de que los datos que manejó Meroni no fueron facilitados a la oposición pese a los tres pedidos de informes que formuló el diputado nacionalista Martín Lema, lo cierto es que el feudo comunista en que se ha transformado el Mides prácticamente desde su creación, no solo oculta datos sino que fracasa en su cometido. Más familias, más mujeres, hombres y niños conviven en ranchos de lata, hacinados en una pieza, rodeados de aguas servidas y pozos negros. Más familias, más mujeres, hombres y niños están guetizados en zonas donde carecen de servicios mínimos y campea el malandraje.

El Mides y el manejo de sus recursos es uno de los mayores secretos de las administraciones frenteamplistas. El Mides, que fue votado inicialmente por todos los partidos políticos para combatir los efectos de la crisis del 2002, pasó de un presupuesto anual de US$ 64 millones al momento de su creación (2005) a US$ 290 millones el año pasado, lo que significa en el acumulado un total aproximado a 1.900 millones de dólares. Es mucha plata. Pasaron los años y la "emergencia" dio lugar a la "equidad", pero la sensación que deja es un rotundo fracaso en el tema educación y si pierde ahí es derrota total. Se promueve el asistencialismo liso y llano. Se paga a los jefes de familia por no hacer nada: el padre o la madre se desdibujan ante papá Estado que aporta todos los meses y el chico crece en ese ambiente y con ese ejemplo. A recibir dinero sin hacer nada y sin futuro. Clientelismo puro y duro.

Y, para peor, de nuevo una frase de Lacalle Pou sin respuesta: "hay más uruguayos viviendo en asentamientos que en la crisis de 2002".

¿Y llevamos gastados más de 1.900 millones de dólares? Anotamos como a la conga.

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