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Vocación de servicio

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Hemos afirmado en alguna otra oportunidad que la política es una carrera abierta; cualquier ciudadano se alista para ejercerla. No hay necesidad de exámenes previos ni calificación de tribunal alguno. Eso puede suponer una tentación…; porque junto a quienes honran esta actividad están los que la explotan y la envilecen. Los ejemplos en el mundo y por estas épocas, sobran.

Hemos afirmado en alguna otra oportunidad que la política es una carrera abierta; cualquier ciudadano se alista para ejercerla. No hay necesidad de exámenes previos ni calificación de tribunal alguno. Eso puede suponer una tentación…; porque junto a quienes honran esta actividad están los que la explotan y la envilecen. Los ejemplos en el mundo y por estas épocas, sobran.

Pero además están aquellos que por indiferencia o cobardía, no aceptan el reto y no salen a la palestra pública. El miedo a los golpes no siempre es el principio de la sabiduría: es cierto que en el interés público, hay que decidirse muchas veces a darlos y resignarse a recibirlos. La introducción viene a cuento porque luce que se hace gala de cierto amateurismo en la gestión política y no se tiene como referente al ciudadano y su bienestar. ¿Para qué está aquella si no es para mejorarle la calidad de vida a la gente, escucharlos, atenderlos, con honestidad y transparencia?

La noción de servicio plantea una realidad sociológica de enorme trascendencia; ella equipara en dignidad humana los diferentes estratos del esfuerzo vivido con afán de cooperación. Servir es colaborar libre y voluntariamente para la realización de un esfuerzo que contribuye en cierta medida a colmar una necesidad.

La idea de servicio debe inculcarse como arquetipo para una convivencia digna, a través de la comprensión de que ella supone incorporarse a la vida de relación como engranaje imprescindible.

Servir es integrar la actividad humana en el plano requerido por las urgencias que reclaman atención. Sean las que sean, plantean aprietos, y estos provocan un diálogo donde se ajustan las condiciones en que se concerta la necesaria cooperación.

Servir supone brindarse como elemento útil para una tarea. Siempre hay en todo servicio un contenido genérico o específico de utilidad, porque la utilidad no es otra cosa que algo pasible de producir algún provecho, que puede no ser material pero que redunda en beneficio particular o general, al llenar el vacío que exigía su presencia.

La libertad es una condición inseparable y necesaria de la noción de servicio y la falta de libertad nos enfrenta a la idea de servidumbre. Quien está sujeto a esta, actúa bajo el signo deprimente del arbitrio ajeno.

Esta vocación de servicio debe estar ligada imprescindiblemente a la política. Vocación que no debe ser mezquina, calculadora, no sujeta a condicionamientos y mucho menos rozarse con elementos de indignidad que socaven la moral.

La política como arte del gobierno, es un elemento necesario del Estado. Sin política no puede haber vida social institucionalizada, ni es posible la convivencia civilizada bajo el Derecho. Su existencia unida a la ética y a la idea de objetivos vinculados con el bien común, marca el comienzo de la reflexión sobre la ciudad, la República, el Estado.

De allí que no debemos menospreciar la política; por el contrario, debemos dignificarla e intentar que la ejerzan quienes además de aptitudes profesionales, posean hombría de bien.

Esa hombría de bien que supone buena fe en el pensamiento y en la acción, abarca la tolerancia con la idea distinta, la humildad para recibir la crítica, el permanente afán conciliatorio que serene los espíritus.

Ética y política están y deben estarlo unidas en forma incontestable y la crisis de hoy en lo que refiere a los políticos y a la Política (en términos generales), es una crisis que deriva del alejamiento y del abandono de la regla moral, de la conducta moral y de la reflexión ética aplicada a la política.

Los políticos que no están animados por el sentimiento del interés público y buscan en la política un refugio y hacen de ella un oficio cuando debería ser un deber, tienen que ser radiados.

Cuando la política es un accidente, una sorpresa, una aventura, entonces quien la ejerce no clasifica o no debería clasificar como político.

El hombre político siempre está obligado a rendir cuentas y tiene al público por clientela… Sin perjuicio de los talentos y virtudes, me da la impresión que tenemos que impregnarnos como sociedad de valores mucho más sanos, donde realmente el ciudadano, el prójimo, sea un objetivo y mejorarlo en su calidad de vida sea un fin impostergable. Pero no sucede por más bonanza que hayamos vivido y entonces me cuestiono la vocación de servicio y me cuestiono la profesionalidad política y un montón de cosas más.

Algo pasa; lo cierto es que después de una década virtuosa, no despegamos. ¿Fue virtuosa?

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Anibal Durán

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