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¿Derechos humanos 2030?

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VICTORIA FERNÁNDEZ HERRERA
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Hace unos años cayó en mis manos el libro Homo Juridicus - Ensayo Sobre la Función Antropológica del Derecho, de Alain Supiot. 

Es verdaderamente interesante, porque abstrae del devenir cotidiano y nos obliga a pensar en cuestiones perennes de nuestra ciencia, que en el día a día muchas veces pasamos por alto.

Así es como se ponen de manifiesto temas trascendentes como los fundamentos jurídicos de la persona, el imperio de la ley, el control humano de las leyes, la fuerza obligatoria de la palabra (pacta sunt servanda), la misión civilizadora del contrato, el Estado como garante de los acuerdos, la técnica de la prohibición, la decadencia de la soberanía, y el buen uso de los derechos humanos. He referido alguna vez a esto último, dado que es para mí una preocupación fundamental en estos tiempos en los que parece que todo puede ser de libre disposición según las necesidades del momento.

Supiot sostiene que la denominada globalización no es un hecho absolutamente novedoso, sino que constituye una etapa más del proceso de mundialización que comenzó con el Renacimiento y el Descubrimiento de América. Siendo la dominación ejercida por Occidente sobre el resto del planeta un fenómeno sustentado fundamentalmente por el desarrollo de la ciencia, la técnica, y el imperio de la ley. Tal como también ha remarcado Niall Ferguson en su obra escrita y en su famosa Ted talk “Six Killer Apps”.

Es con base precisamente en la dominación que Occidente lleva adelante que se plantea la problemática de los derechos humanos. Es decir ¿son los derechos humanos un dogma con fundamento único en la concepción cristiana occidental? ¿No son aplicables en forma global? ¿Puede ser esto causa de la relativización de los mismos a la que asistimos? La respuesta a la primera pregunta es No. Los derechos humanos, resumiendo, se fundamentan en la dignidad del hombre, y esta sin duda en un arraigo divino, pero que no es patrimonio de ninguna religión, sino de todas. Comprende por tanto la concepción de un Creador único, que amplía su esfera de acción a todos los hombres. La respuesta a la segunda pregunta es Sí. Al ser los hombres creados iguales por el Dios único, las normas que rigen a estos se uniformizan. Es decir en virtud de la dignidad que poseemos en tanto somos personas igualmente creadas, nuestras obligaciones y derechos son idénticos y por tanto aplicables globalmente. La respuesta a la tercera pregunta es No. Dado que los derechos humanos son un “dogma compartido” por toda la humanidad y por ende aplicables a la misma, no pueden ser relativizados con la excusa de particularidades por colectivos, nacionalidades, o civilizaciones. La relativización de los mismos es quizá el más grave síntoma de la decadencia occidental. Es nuestra mayor debilidad y quizá lo más lamentable es que sean las propias instituciones de matriz occidental como la Organización de las Naciones Unidas, o la Organización Internacional del Trabajo, las que no cesan en su actitud de desmerecimiento de los valores fundamentales que nuestra civilización aportó al mundo. Cada Estado, cada gobierno, cada organización, cada persona, debería pensarlo dos veces antes de comprar el paquete cerrado de la Agenda 2030. Incluidos nosotros.

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