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La vida interior de Chejov

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Antón Chéjov fue siempre fiel a los crepúsculos y las ilusiones del alma, que no son meros adornos del espíritu, sino que son el espíritu. Este hombre de vida dura, que nunca reprimió su sensibilidad estética, murió joven, hace 110 años.

Antón Chéjov fue siempre fiel a los crepúsculos y las ilusiones del alma, que no son meros adornos del espíritu, sino que son el espíritu. Este hombre de vida dura, que nunca reprimió su sensibilidad estética, murió joven, hace 110 años.

Para ayudarnos a comprender mejor a quien es uno de los mayores cuentistas y el ilustre dramaturgo de “El jardín de los cerezos”, contamos con un libro que ilumina su vida interior. Se trata de “Correspondecia. 1899/1904”, que recoge las cartas intercambiadas entre el escritor y quien sería su esposa, Olga Knipper.

El volumen que mencionamos recoge el último lustro de Chéjov. Y esta relación epistolar es un retrato por demás certero y acabado de su historia de amor, así como también el capítulo final de su biografía. Por otro lado, la mujer que tiene el papel complementario en esta historia, vivió hasta los últimos minutos de Chéjov y fue la actriz principal de las obras de su esposo.

Antón Chéjov nació en la ciudad rusa de Taganrog, situada en la costa norte del mar de Azov, en 1860. Sobrellevó una infancia de pobreza cruel, padeció una enfermedad entonces de difícil curación y, mientras tanto, iba ofreciendo lo mejor de sí mismo como médico y como escritor, en este caso, a través de cuentos y obras de teatro en los cuales reflejó el alma de su tiempo. Su vida no tuvo episodios espectaculares. Ejercer la medicina le proporcionó conocimientos que luego utilizó en la literatura y, gracias al éxito de sus cuentos y obras de teatro, logró vivir de su quehacer.

Aquel hombre sencillo, de rostro sereno, con monóculo y perilla, fue adorado por sus familiares y parientes, y querido por sus amigos. Frecuentó a Tolstoi, al músico Rachmaninov, al director teatral Stanislavski. Fue, también, rodeado por las mujeres, a las que trataba con un distanciamiento irónico. Aquejado de tuberculosis, debió realizar frecuentes viajes a Biarritz, a Niza, a París; también estuvo en Yalta, donde ambienta su antológico relato “La dama del perrito”. Hombre de su época, vivió y soñó en su tiempo.

La actriz Olga Knipper, hija de emigrantes alemanes, perteneció al Teatro del Arte de Moscú, de carácter privado y capaz de rivalizar con las puestas en escena oficiales. Fue una de las mayores actrices de su tiempo, reconocida con numerosos premios y distinciones. Cabe agregar que, tras la temprana muerte de su marido, intentó por un tiempo llevar un diario en forma de cartas a Chéjov. Algunas de ellas las recoge este libro a modo de apéndice, por la información que aportan. Le sobrevivió largamente; falleció en Moscú hace 55 años.

Las páginas de esta “Correspondencia” constituyen un paseo por Chéjov íntimo, con momentos cargados de poesía, alusiones al diario vivir y al recíproco amor que sintieron el uno por el otro. La distancia, por otra parte, les marcó, ya que ella debía atender sus giras artísticas.
Este es uno de esos libros cuya lectura hace bien, gracias al milagro de sus restituciones. Este trozo de vida parece, en última instancia, un cuento de Antón Chéjov, cuyo final fue redactado por ella de manera sencilla e inolvidable.

Esto fue lo que escribió: “Antón Pávlocich cogió una copa llena, me miró, sonrió y dijo: “Hacía mucho que no bebía champán”. Lo bebió lentamente, se recostó sobre su lado izquierdo, y se quedó en silencio para siempre...”.

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Rubén Loza Aguerrebere

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