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De Stratford a Chamangá

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Alvaro Casal

El tema del patrimonio está en un punto alto. Hace poco se celebró el "Día del Patrimonio", la Unesco declaró al candombe y el tango parte del patrimonio intangible del mundo y hemos tenido la visita de expertos de la Unesco que se interesaron en asuntos patrimoniales uruguayos. Concretamente, visitaron y vieron las pinturas prehistóricas de Chamangá en el Departamento de Flores, recorrieron Colonia del Sacramento (ya declarada Patrimonio de la Humanidad) y asimismo evaluaron un estudio sobre Art Deco en Montevideo.

Realmente es fantástico que exista lo que en términos modernos se podría calificar de una "movida patrimonial". Todo ello conduce a la preservación de usos, costumbres, sitios y toda clase de asuntos que de otra manera podrían irse desvaneciendo de la escena cultural.

De cualquier manera, conviene recordar que no estamos siendo totalmente novedosos. Al contrario. La lucha por la preservación del patrimonio viene de lejos. Por ejemplo, se puede recordar algo que aconteció a mediados del siglo XVIII en Inglaterra y que en cierta manera fue una forma precursora de la preocupación del mundo moderno por conservar lo patrimonial.

Ese algo que aconteció, a primera vista no parecería tener demasiada importancia: alguien derribó un árbol añoso.

Un clérigo lo echó abajo porque le parecía que el viejo y pesado árbol se inclinaba peligrosamente sobre su casa. En ese momento, no creyó que nadie podría objetar semejante proceder. Pero no había tenido en cuenta una cuestión que hizo que la caída de aquel tronco convulsionara al mundo cultural de la época: el árbol había sido plantado por William Shakespeare y la reverencia por Shakespeare, muerto en 1616, estaba comenzando.

Se desató una verdadera tormenta de indignación, acentuada porque el clérigo se negó firmemente a pagar la multa que le querían imponer las autoridades. Finalmente el pobre hombre fue echado de la localidad y se decretó que nunca más alguien que llevara su nombre (como dijo E.M. Forster: "afortunadamente se llamaba Gastrell"), sería jamás autorizado a vivir allí otra vez.

El árbol caído se convirtió prestamente en una especie de objeto sagrado. Con su madera se hicieron reliquias y una de ellas (una cajita) fue enviada por la corporación local a Garrick, principal actor del momento, especialista en "Hamlet" y "Romeo y Julieta". Dentro del cofre había un mensaje halagüeño que conmovió al famoso intérprete shakesperiano a tal extremo, que lo declaró "caja elegante e inestimable". Además decidió organizar una celebración de Shakespeare en Stratford. Concretamente, el Jubileo de 1769. Un festejo sobre el cual llovió copiosamente pero que comprendió procesiones, bailes, fuegos artificiales y exhibición de tortugas, pero curiosamente, ninguna representación teatral. Nacía de esa manera una especie de "Día del Patrimonio" de esa ciudad.

Han transcurrido 240 años. El mundo en que vivimos, de cierta manera parece haberse convertido en un lugar mucho más sensible respecto de lo que puede ser considerado patrimonial. Sin embargo, sigue teniéndose la impresión de que esa sensibilidad necesita estar siempre estimulada con constancia. Estemos en el Stratford dieciochesco o en el Chamangá del año 2009.

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