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Samuragochi y otros tramposos

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Mamoru Samuragochi, fue conocido largamente como “el Beethoven japonés”. Un compositor sordo de 50 años, autor de obras musicales exitosas. Sin embargo, hace pocos días reconoció que muchas de sus obras fueron compuestas por otro músico al que nunca le había dado crédito. Al parecer, Samuragochi no es sordo y ni siquiera sabría leer música. El verdadero compositor de obras voceadas como suyas (como “Sinfonía No 1 Hiroshima” que vendió 147 mil copias en Japón) es Takashi Niigaki, un profesor de música a tiempo parcial de 43 años.

Mamoru Samuragochi, fue conocido largamente como “el Beethoven japonés”. Un compositor sordo de 50 años, autor de obras musicales exitosas. Sin embargo, hace pocos días reconoció que muchas de sus obras fueron compuestas por otro músico al que nunca le había dado crédito. Al parecer, Samuragochi no es sordo y ni siquiera sabría leer música. El verdadero compositor de obras voceadas como suyas (como “Sinfonía No 1 Hiroshima” que vendió 147 mil copias en Japón) es Takashi Niigaki, un profesor de música a tiempo parcial de 43 años.

Niigaki, en un comunicado posterior, reveló que compuso por encargo las piezas de Samuragochi durante 18 años y que este último ni siquiera tenía problemas de audición ya que a veces el falso artista escuchaba la música y emitía opiniones. La noticia causó revuelo en Japón y la distribuidora Nippon Columbia suspendió las ventas y difusión de los CD del falso autor. También fueron cancelados todos sus conciertos.Un curioso caso que lleva a evocar otros.

Por ejemplo, puede evocarse la historia del dúo de cantantes Milli Vanilli que entre 1988 y 1990 tuvo enorme éxito y hasta conquistó un “Grammy” antes de caer en desgracia. Todo iba bien hasta que en un concierto se desbarató el sistema de audio y entonces Rob Pilates y Fabrice Morvan quedaron en evidencia: ellos ponían la cara pero las vocesde otros eran las que se emitían en “playback”. Pilates, deprimido, murió de una sobredosis, mientras que Morvan trataba de salir adelante solo.

No parece que Pilates y Morvan sólo quisieran el dinero de los millones de discos que vendieron. Había algo mas: anhelaban la fama y como el literato que comete un plagio, sintieron que era mejor usar la voz de otros que confiar en la propia. El deseo de ser reconocidos y estimados más allá de lo que ellos realmente eran, parece haber prevalecido en la aventura Milli Vanilli. Y tanto o más en el caso de Samuragochi.
Tal vez cada asunto tenga matices diferentes pero parecidos. Recordemos quienes por Internet adquieren títulos universitarios “sin los inconvenientes de cursar las carreras”.

O bien esos títulos nobiliarios que a un precio algo mayor pero no inaccesible salen de vez en cuando a la venta. Hay también relojes falsos de famosas marcas que sirven a quienes buscan una imagen de riqueza a precio bajo. ¿Va primero el sueño de construir una imagen sin sustento verdadero y recién después aflora el deseo de lucrar con ello o es al revés?

Uno de los casos más fascinantes en este orden de cosas, data del siglo XV. Es la historia de Perkin Warbeck quien luego de la muerte de Eduardo IV de Inglaterra, decidió declarar que era uno de sus hijos(los hijos en realidad habían sido asesinados en la Torre de Londres para que no molestaran ya que su tío quería ser el rey Ricardo III).

Warbeck, quien ni siquiera era inglés, se declaró príncipe y gozó de un lapso de bienestar en las cortes europeas enemigas de Ricardo III. Hasta obtuvo apoyo para invadir las Islas Británicas, lo cual hizo con tanta mala suerte que terminó ejecutado por orden real. Dicen que “aceptó la muerte con humildad”. ¿Qué buscaba Warbeck? ¿La fama, la riqueza, el amor, o bien todas esas cosas juntas?

Estas aventuras de ayer y de hoy nos revelan que la condición humana ha cambiado poco con el correr del tiempo. De lo contrario, ¿sería posible enlazar asuntos de épocas tan diferentes?

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plagioÁlvaro Casal

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