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París en los años veinte

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RUBEN LOZA AGUERREBERE

Un nuevo libro de Hemingway, con sus primeros escritos sobre París de los años veinte. Esta novedad, titulada "Sobre París" (Elba), que tenemos a la mano, lo muestra como un observador excepcional. Esta selección de escritos para el Toronto Star, que redactó entre 1922 y 1923, sirvió de base a su primer libro póstumo "París era una fiesta".

En 1920, Ernest Hemingway se marchó a vivir en París con su esposa, viviendo como corresponsal del citado diario canadiense. Se había casado en 1921 en Elizabeth Hadley Richardson, cuyas rentas permitían a la pareja vivir cómodamente en París. Allí llegaron, como he contado, al 74 de la rue Cardinal Lémoine (cuya puerta azul, hace unas semanas, estaba tan despintada como no la he visto nunca) en la cuesta a la place de Contescarpe.

Cuando comenzó la Primera Guerra Mundial trató de enrolarse pero no fue aceptado. Se enteró de que su amigo Ted Brunkup, con un ojo de vidrio, estaba allá, y se enroló en la Cruz Roja. Conducía ambulancias; no estaba en el frente. Una calurosa noche en Fossalta lo alcanzó un proyectil. Internado en el "Ospedale Croce Rossa Americana", en Milán, se enamoró de la enfermera Agnes von Kurowsky, quien sería luego la heroína de "Adiós a la armas". Esto fue en 1918.

Al terminar la guerra Hemingway conoció a Hadley, en Chicago. Tras un breve noviazgo, se casaron y se fueron a París, con el pequeño hijo de ambos.

Pues bien, este libro titulado "Sobre París", reúne (con prólogo de Clara Pastor) las crónicas de Hemingway al Toronto Star, escritas entre 1922 y 1923. Muestran al Hemingway "más joven, más curioso y apasionado", como dice la prologuista. Y desnudan su poderoso estilo. Aunque en sus notas se esfuerce por esconder sus emociones, el rigor y su prosa desnuda como una piedra, dan al lector la noticia sin aspavientos. Esta fue su clave. De esta manera, Hemingway se convirtió en el escritor que contribuyó a cambiar el estilo de la prosa inglesa más que nadie en su tiempo.

¿Qué observa? "Una primera mirada a los techos altos, humeante y abarrotado de mesas de la Rotonda produce el mismo efecto que la entrada en la pajarera de un zoológico", dice. Y agrega que mira: "muchos camareros que vuelan a través del humo como una bandada de urracas blancas y negras".

Escribiendo desde el Café de Flore, o bien de "Les deux Magots", su pluma describe el Jardín de Luxemburgo, los grandes y pequeños hoteles de París, y escribe de la guerra, naturalmente. Y sobre temas como el presidente Clemenceau, donde comenta que "las cosas que dice se han agriado", y agrega: "Francia quiere un nuevo tipo de hombre de Estado, y lo necesita desesperadamente. Quiere alguien que construya en vez de luchar, un hombre que mire hacia adelante y no al pasado". Mira alrededor y, hablando de la vida cotidiana, observa: "desde la noche de los tiempos, la mujer francesa le ha comprado toda la ropa a su marido, y ahora el hombre francés empieza a rebelarse".

Esta colección de artículos, que se lee de un tirón, fue la base del memorable "París era una fiesta", donde Hemingway contó de manera hermosa y llena de nostalgia aquella época, a la que cerró con estas palabras: "Yo he hablado de París según era en los primeros tiempos, cuando éramos muy pobres y muy felices".

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