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Los olvidos de Onetti

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El pasado 30 de mayo se cumplieron veinte años de la muerte de Juan Carlos Onetti, uno de nuestros mayores escritores y el más reconocido a nivel internacional en el siglo XX. Único autor uruguayo ganador del prestigioso premio Cervantes en 1980, y maestro indiscutido no solo a nivel local sino latinoamericano y español, las dos décadas transcurridas desde su desaparición física no merecieron los actos oficiales correspondientes y el aniversario quedó como un vacío en la conciencia nacional.

El pasado 30 de mayo se cumplieron veinte años de la muerte de Juan Carlos Onetti, uno de nuestros mayores escritores y el más reconocido a nivel internacional en el siglo XX. Único autor uruguayo ganador del prestigioso premio Cervantes en 1980, y maestro indiscutido no solo a nivel local sino latinoamericano y español, las dos décadas transcurridas desde su desaparición física no merecieron los actos oficiales correspondientes y el aniversario quedó como un vacío en la conciencia nacional.

Apenas algunos medios -incluido este- consignaron la fecha y la memoria del autor de La vida breve solo fue reivindicada desde lo privado. Los organismos públicos que debieron rendir homenaje a Onetti, esta vez se olvidaron de hacerlo. España, el país en donde vivió y trabajó en sus últimos años, sí lo recordó como se merece. Pero no fue este que consigno, el único olvido flagrante que padeció Onetti este año.

Hace hoy casi un mes, se procedió a la demolición del Cilindro Municipal, episodio ampliamente difundido y aderezado de detalles frívolos y patética espectacularidad. Un trozo de la memoria ciudadana se fue para siempre el lunes 12 de mayo, en medio de absurdos aplausos y la cínica arrogancia de jerarcas que impulsaron su aniquilamiento sumario. Como ya fue dicho, el derrumbe del Cilindro -la palabra "implosión" no me gusta: da una idea quirúrgica e indolora- además de desgarrar el paisaje de un barrio y pulverizar años de historia, se llevó acontecimientos que se circunscribían al perímetro circular que desapareció. Como se sabe, entre los variados usos que recibió el Cilindro, uno de ellos fue el haber sido utilizado por la dictadura como espacio de cautiverio. Entre los muchos uruguayos que por allí pasaron, estuvo, precisamente hace cuarenta años, Juan Carlos Onetti, privado de libertad por el absurdo motivo de haber sido jurado en un concurso de cuentos promovido por el semanario Marcha. No fue el único que estuvo detenido allí por esa causa: Hugo Alfaro y Carlos Quijano fueron sus compañeros de gradas. Otra integrante de aquel jurado, Mercedes Rein, fue recluida en la Seccional 11.

La prisión de Onetti en el Cilindro tampoco fue evocada cuando este fue demolido. Aquellos increíbles aplausos ante esa destrucción y las miradas satisfechas de los responsables de la misma, no dieron espacio a un instante de recogimiento. Por supuesto que no fue Onetti el único que padeció el frío y las inclemencias de aquel estadio convertido en siniestro espacio de confinamiento. Pero al menos pudo reivindicarse su presencia como otro de los abusos que la suprema ignorancia autoritaria cometió contra la cultura. Onetti, entonces nuestro máximo escritor vivo, ¡detenido por votar un premio para un cuento!

¿No habrá nada en lo nuevo que allí va a construirse que deje constancia y memoria de aquella vergüenza? El llamado Antel Arena ¿incluirá un testimonio para que las generaciones venideras sepan que allí sufrió injusta prisión uno de nuestros grandes escritores?

Sucede que nuestra memoria y la capacidad de reconocimiento de lo que es genuino e importante parece sepultada por lo inmediato y en especial por lo mediático. Padecemos amnesia de lo trascendente y los olvidos se suceden. Como señaló un colega en esta misma página, el medio siglo de la muerte de otro grande de nuestras letras, nada menos que Felisberto Hernández, tampoco fue evocado. Pero volviendo a Onetti, este año la indiferencia fue doble y el ninguneo estrepitoso. Un silencio que habla a gritos de nuestra crisis cultural y de las omisiones y olvidos que la viven alentando. Así nos va.

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