Publicidad

La otra mejilla

Compartir esta noticia

Enrique Beltran

Nunca había sentido a mi país como una herida que lastima como un dolor físico cuando la golpea una y otra vez el discurrir de ciertos acontecimientos. Naturalmente que otras veces hemos sufrido con él. Los años de la dictadura enchastraron una tradición cívica que parecía consolidada. Sus excesos fueron muchos, como muchos los excesos de la guerrilla que la precedió y la trajo. Tras aquellos años sombríos hubo un país y una ciudadanía conscientes de sí mismos, en los que estaban intactos los valores de la libertad y de la justicia, más allá de su cercenamiento. El rechazo del plebiscito convocado por la dictadura demostró para asombro del mundo, cuán enteros estaban a pesar de aquellos vendavales.

La crisis del 2002 que sembró desilusión y pobreza, sufrimiento y desesperanza fue otra terrible época para la patria. El país fue superando aquellas momentos tan graves porque en definitiva los problemas eran nuestros, de nosotros dependió el superarlos, y mal o bien, se enfrentaron, sin dejar en el camino ni sus libertades, ni su dignidad.

Pero aquel dolor de llaga abierta al que me refiero, es para mi de otra naturaleza que aquellas desventuras que, por lo menos, ayudaron a templar el ánimo y a valorar los bienes que habíamos perdido. Esta de ahora parece ser la de la humillación y la del desconcierto. Algunos aspectos de nuestra conducta internacional se diría que son los de un país que se está cansando de serlo. El rostro que proyectamos hacia fuera, es incierto, cambiante, casi fantasmal, borrosos y contradictorios son sus trazos. Parecemos perdidos en el boscaje, sin ni siquiera saber quiénes somos, a fuerza de borrar nuestra historia y de creer que ella nace a partir del 1º de marzo del año pasado. Ni lo que somos ni lo que queremos. Eso ocurre en una hora de prueba y desafío. Cuando se nos amenaza y se nos agrede. Es en ese momento que tenemos a un canciller cuyo cargo le queda grande. El propio gobierno a veces lo muestra y otras lo esconde. La prepotencia argentina sube de niveles y se burla del derecho internacional y de las sentencias adversas que la condenan. El país ha padecido bloqueos, amenazas, intervenciones desafiantes y, la reacción, cuando la ha habido, ha sido generalmente, pobre, lenta y a veces, todavía inadecuada. La oposición, en la difícil encrucijada, ha brindado su buena voluntad para respaldar al gobierno. El zigzagueo de una política internacional que nunca termina por serlo, del hombro ancho para los agravios al país, de las fidelidades ideológicas antes que los intereses nacionales terminaron por comprometer la eficacia del apoyo, como el apoyo mismo.

El proceso para impedir la instalación de las plantas de celulosa se inició a fines del año pasado, con lo que parecía ser una tímida amenaza de bloqueo del puente internacional de Fray Bentos. Nuestra tardía reacción logró que se convirtiese en auténtico bloqueo. En un acto de agresión. El gobierno, de vacaciones, recién se reunió después de mediados de enero. El canciller, si mal no recuerdo, de paseo en Rusia. A pesar de la aplastante derrota del gobierno argentino en la Corte Internacional de la Haya, y también en el Tribunal del Mercosur, que Kirchner como Presidente no quiso convocar, renovó con nuevos bríos la lucha como si nada ocurriera. Movilizó por el mundo a sus representantes, multiplicó sus presiones en procura de, apoyos políticos, de bloqueos financieros para sitiar a nuestro país, o a las inversiones en nuestro país. Todo esto en medio de la siesta oficial, o por lo menos, de un lento despertar somnoliento y sin reflejos. La ida de ENCE es uno de esos logros. Mientras eso ocurría con uno de nuestros vecinos, el otro, no solo en esa grave incidencia se lavaba las manos sino que enviaba su canciller para decirnos lo que teníamos o no que hacer. Me pregunto si en estas condiciones, la mayoría del gobierno vota en el Senado el proyecto de ley que crea el Parlamento del Mercosur.

El mandato de Cristo de poner la otra mejilla es para los seres humanos, no para las naciones y sus estados. Si en aquellos es un llamado a la perfección, en éstos lo sería a la desaparición.

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad