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Un héroe del siglo XX

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Según Hans Magnus Enzenberger, frente al "héroe clásico", o sea el del triunfo, las dictaduras del siglo XX han creado al "héroe moderno": el de la renuncia, el derribo, el desmontaje, y en su tarea se va socavando a sí mismo.

Según Hans Magnus Enzenberger, frente al "héroe clásico", o sea el del triunfo, las dictaduras del siglo XX han creado al "héroe moderno": el de la renuncia, el derribo, el desmontaje, y en su tarea se va socavando a sí mismo.

Por tanto, son héroes políticos y morales. Y entre ellos cita a Gorbachov, a Jaruzelski y a Adolfo Suárez. Este lo fue a partir del momento en que, tras la muerte de Franco, el Rey Juan Carlos lo escogió entre los franquistas para que desmontara ese régimen y construyera la democracia. Fue lo que hizo.

Como el pasado domingo Adolfo Suárez dijo adiós a todos, a los 81 años, he querido volver sobre su personalidad, a través del laureado libro del escritor español Javier Cercas llamado "Anatomía de un instante" (Mondadori/Sudamericana).

Hace unos años una cuarta parte de los británicos pensaba que Churchill era un personaje de ficción, refiere el escritor español Javier Cercas. Se preguntó entonces cuántos españoles pensarían lo mismo de Adolfo Suárez. En los tiempos del ilustre político inglés la televisión no era una fábrica de realidades, pero para Adolfo Suárez fue esencial. En consecuencia, en lugar de escribir una novela sobre el intento de golpe de Estado de 1981, en España, Cercas escribió este libro: la crónica de un momento clave en una época moderna trascendente.

Y analiza un gesto que recordarán todos: Adolfo Suárez sentado, solo en el Congreso, porque los demás diputados se habían tirado al piso cuando irrumpió a los balazos el coronel Tejero con sus guardias civiles en esa sala. Con esa postura, que mostró la televisión española, Adolfo Suárez fue la primera piedra contra la que tropezó aquella intentona golpista, a la que desmenuza el autor de "Soldados de Salamina". Baste recordar que el Rey Juan Carlos, en la madrugada, se pronunció contra el secuestro del Congreso y proclamó el respeto a la Constitución, y así acabó con el golpe.

Contar cuánto ocurrió en esas horas de infinitas negociaciones y tensiones, que determinaron el intento de derrocar a Adolfo Suárez (era lo esencial, al parecer), mientras España esperaba en sus casas, es lo que narra Cercas. Este día en especial, Adolfo Suárez pasó a la historia. Y paralelamente se desvanecía en el tiempo su propio partido, crecía el PSOE (que en 1979 dejó de ser marxista y se definió como socialdemócrata, guiado por Felipe González y otros jóvenes de democrático pedigrí), y se desdibujaba el comunismo (autorizado por Adolfo Suárez, lo que le acarreó vastas repulsas), que orientaba Carrillo, quien terminó fuera de esa colectividad.

Adolfo Suárez desplegó todas sus artes para llevar adelante el plan de la democratización de esta España moderna. A medida que desmontaba un régimen y construía la democracia, se ganaba enemigos, sostiene Javier Cercas.

La anatomía de aquel gesto de Suárez, sin miedo a las balas que zumbaban, estatuario en su banca, era un gesto político, un gesto de coraje lindante con el martirio, un gesto por la libertad.

Con la mente en blanco, sin nada de ese día ni de ningún otro, vivió Adolfo Suárez sus últimos once años, enfermo de alzheimer. Nada recordaba del ayer, ni tampoco sabía que España le quería cada día más. Y así se fue, pero sin dejar de estar presente en su patria, donde ha tenido, donde tiene y tendrá, el cariño, el respeto y la admiración de todos.

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Rubén Loza Aguerrebere

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