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La guerra del catorce

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Toda clase de comentarios, artículos, notas evocativas, entrevistas, libros y documentales, están fluyendo en estos momentos, como resultado de que estamos próximos al centenario del inicio de lo que solemos llamar “la guerra del catorce”, “La Gran Guerra” o “la primera guerra mundial”. Uruguay, alejado de la contienda cuyo escenario principal fue Europa, prosperó en aquellos tiempos turbulentos, a pesar de que tuvo que enfrentar inconvenientes como la escasez de nafta y alguna que otra penuria. Aumentó sus exportaciones y vio nacer durante el lapso bélico toda clase de novedades. Por ejemplo: desde el surgimiento del Parque Rodó con sus “juegos” instalados en el lugar donde antes estuvieron el Parque Urbano y el circo Sarrasani, hasta la fundación de El País o el Automóvil Club del Uruguay, en una nación cuya capital en 1918 contaba ya con 4000 volantes.

Toda clase de comentarios, artículos, notas evocativas, entrevistas, libros y documentales, están fluyendo en estos momentos, como resultado de que estamos próximos al centenario del inicio de lo que solemos llamar “la guerra del catorce”, “La Gran Guerra” o “la primera guerra mundial”. Uruguay, alejado de la contienda cuyo escenario principal fue Europa, prosperó en aquellos tiempos turbulentos, a pesar de que tuvo que enfrentar inconvenientes como la escasez de nafta y alguna que otra penuria. Aumentó sus exportaciones y vio nacer durante el lapso bélico toda clase de novedades. Por ejemplo: desde el surgimiento del Parque Rodó con sus “juegos” instalados en el lugar donde antes estuvieron el Parque Urbano y el circo Sarrasani, hasta la fundación de El País o el Automóvil Club del Uruguay, en una nación cuya capital en 1918 contaba ya con 4000 volantes.

La guerra se acercaba, inexorable, temible y estalló a partir del asesinato del archiduque austríaco Francisco Ferdinando y su esposa Sofía en Sarajevo, el 28 de junio de 1914, a manos del joven nacionalista Gavrillo Prinzip. Terrible conflicto que abarcó 32 naciones y mató 9 millones de personas, dejando también un número aún mayor de incapacitados. Enfrentamiento que introdujo novedosos y escalofriantes medios de combate, como el primer uso de aviones, tanques y carros de combate blindados. Y ni qué decir de la práctica espantosa de usar gases tóxicos.

Fueron tantos los horrores de 1914–1918, que abrieron la puerta a un lento y complejo proceso de intentar establecer firmes normas dirigidas a poner límites a la guerra, a la destrucción indiscriminada. Nacieron así nuevas disposiciones y organizaciones como la Liga de las Naciones. El presidente estadounidense Woodrow Wilson presentó sus “Catorce Puntos” a sus aliados de Gran Bretaña, Francia e Italia, diciendo que la paz futura debía fundarse en la autodeterminación de las poblaciones étnicas de Europa. Pero las buenas intenciones de Wilson, consagradas en 1919 en el Tratado de Versalles, en años posteriores fueron puestas a prueba y con frecuencia quedaron mal paradas. Tiempos que vieron el ascenso de temibles figuras como Stalin, Mussolini y Hitler. Figuras que con su sed de conquista e inhumanidad hicieron casi inevitable la guerra de 1939–1945.

El mundo no se adecuó en forma razonable a todo esto y apenas poco más de veinte años después de firmada la paz de 1918, se desencadenó la “segunda” guerra mundial, a lo que se sumaron otras conflagraciones varias más recientes, como la de los años noventa en los Balcanes.
Hoy todo aquello se avizora desde nuevas perspectivas y muchas monstruosidades de las guerras de otrora han sido erradicadas en los conflictos de hoy, aunque seguimos viviendo en un mundo azotado por guerras sin piedad, como la que desgarra a Siria.

Estas evocaciones de la Gran Guerra, que surgen en este Siglo XXI, llevan a renovar las esperanzas de que la Tierra se pacifique aunque sea en parte, si bien las realidades llevan a evocar escepticismos como los de Bertha von Sutter, la escritora austríaca que fue la primera mujer que obtuvo el Premio Nobel de la Paz. Ella falleció antes de que se desarrollara aquel conflicto armado, pero llegó a decir que “humanizar la guerra es como meter a alguien en aceite hirviendo y bajar la temperatura un par de grados”.

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