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El espacio de las mujeres

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La mañana del 24 de marzo de 1941, una mujer de bello rostro alargado y ojos melancólicos, clavó su caña de pescar en la arena mojada y comenzó a caminar por la orilla del río Ouse, recogiendo piedras, que guardaba en los bolsillos del saco. Después, entró en el río y se dejó ir, aguas abajo. Así murió, a los 59 años, cuando era una de las figuras mayores de las letras modernas, la escritora Virginia Woolf.

La mañana del 24 de marzo de 1941, una mujer de bello rostro alargado y ojos melancólicos, clavó su caña de pescar en la arena mojada y comenzó a caminar por la orilla del río Ouse, recogiendo piedras, que guardaba en los bolsillos del saco. Después, entró en el río y se dejó ir, aguas abajo. Así murió, a los 59 años, cuando era una de las figuras mayores de las letras modernas, la escritora Virginia Woolf.

No lejos de allí, en Sussex, estaba “Monk’s House”, su refugio campestre. Una casa grande, sofocada por plantas y enredaderas. En ese lugar habían tomado forma no pocos de sus libros, a los que el lector de hoy tiene a la mano, afortunadamente. Por ejemplo, y quisiera comenzar por él, acaba de reeditarse “Un cuarto propio” (Biblioteca Virginia Woolf, de Lumen), con traducción de Borges y diversas ilustraciones. Este libro fue escrito en una época en que las mujeres comenzaban a conquistar sus derechos, y Virginia Woolf no podía situarse al margen de ellos. Y analiza por qué carecen de espacio propio. Sus ideas sobre la mujer en la sociedad están expuestas con claridad, y habla sobre la desigual educación entre ellas y los hombres, y busca el origen de esa situación de desventaja. Luego pone el acento en la importancia de la mujer en el mundo de las letras. Recuerda cuánto pudo decir Jane Austen sobre ese mundo entonces vedado y ahora abierto de par en par, como debe ser.
Como es junto a Kafka y Proust una de las escritoras más innovadoras, están también reeditados sus “Relatos completos”, sus novelas (“Las olas”, su obra maestra) y sus paseos por el mundo de los libros en “Horas en una biblioteca”.

El famoso novelista William Thakeray fue uno de sus abuelos. Su padre, Leslie Stephen, fue director del “Dictionary of National Biography”. También eran parientes suyos los Darwin y los Strachey.
Debido a la fragilidad de su salud, Virginia Woolf se educó en la biblioteca de la familia; allí asistió a las tertulias literarias de sus padres, y donde conoció a Thomas Hardy, a Meredith y Stevenson.

Andando el tiempo, ella fue el vértice del celebrado “Grupo de Bloomsbury”, un hito en la historia de las letras inglesas, al que integraban el novelista E. M. Forster (autor de “Pasaje a la India”), el filósofo Bertrand Russell, el economista John Maynard Keynes (que escribió agudas biografías), el crítico de arte Clive Bell (casado con Vanessa Stephen, pintora y hermana de Virginia) y Lytton Stachey, el autor de “Victorianos eminentes”.

En 1912 Virginia se casó con Leonard Woolf. Fundaron una pequeña imprenta y, en ella, publicaron sus libros las principales figuras de la generación de los años treinta, entre otros, T.S. Eliot, Katherine Mansfield y el poeta W.H. Auden. En esa misma imprenta fueron editados sus propios libros.

Su literatura se caracteriza por los análisis del éxtasis momentáneo, y, así, sus libros pueden ser considerados como vacaciones de la realidad. Su propia vida la vemos gracias a sus novelas, sus cuentos y ensayos.
“Ninguna otra persona de letras del siglo XX (escribió Harold Bloom) nos muestra tan claramente que nuestra cultura está condenada a seguir siendo literaria en ausencia de cualquier ideología que no haya sido desacreditada”.

Leerla, releerla, enriquece al lector, porque su pluma sigue siendo iluminadora de oscurecidas realidades.

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Rubén Loza Aguerrebere

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