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Diálogo con Vargas Llosa

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Siempre resulta atractivo dialogar con Mario Vargas Llosa, pues ofrece respuestas iluminadoras a los temas que le son planteados. El centro fueron, esta vez, tres escritores cuya obra ha marcado nuestra cultura, y por cierto, muy cercanos a nosotros. José Enrique Rodó; el gran novelista Juan Carlos Onetti; y el escritor y ministro de Cultura del General de Gaulle, André Malraux.

Siempre resulta atractivo dialogar con Mario Vargas Llosa, pues ofrece respuestas iluminadoras a los temas que le son planteados. El centro fueron, esta vez, tres escritores cuya obra ha marcado nuestra cultura, y por cierto, muy cercanos a nosotros. José Enrique Rodó; el gran novelista Juan Carlos Onetti; y el escritor y ministro de Cultura del General de Gaulle, André Malraux.

Pero comenzamos por Rodó, y nos dice Vargas Llosa:
Yo tengo mucha admiración por Rodó. Creo que fue un gran prosista, en primer lugar, y luego un pensador generoso, que tuvo una visión idealista de América. Seguramente, su visión está muy condicionada, en parte, por mitos de la época. Pero su idealismo, su fe en los grandes valores, su creencia en la cultura como un instrumento civilizador, modernizador, que crea una comunidad espiritual más importante que aquellas que marcan las fronteras, y su visión profundamente americanista, ello, me parece que sigue siendo muy válido. Por otra parte, hay que destacar los aspectos puramente literarios, de la prosa y de la cultura de Rodó.

Y pasamos a Onetti. A propósito de él, Mario Vargas Llosa recuerda una entrevista que le realicé a Borges, publicada en estas páginas de “El País” (el 10 de mayo de 1981), a la que él incluyó en su libro sobre Onetti titulado “El viaje a la ficción”. Sobre ella dice:

Interesantísima tu entrevista a Borges en la que explica por qué no votó por Onetti para el Premio Cervantes. Mi impresión es que nunca leyó una sola línea de Onetti y que hablaba por hablar. Pero tal vez esa declaración explica el secreto rencor que guardó siempre Onetti contra Borges pese a lo mucho que admiraba sus libros. Despeja dudas.

Y llegamos a André Malraux, cuya personalidad siempre ha sido seductora, y a cuyo traslado al Panteón en París asistió.

Yo le tengo una gran admiración a Malraux. Creo que es uno de los grandes escritores del siglo veinte. Por desgracia hoy no tan leído ni tan admirado como debía ser, creo que por razones políticas, porque la última etapa de Malraux fue mucho más la de un político que la de un escritor. Y eso ha hecho que se pierda la perspectiva sobre la importancia de su obra. Sin embargo sus novelas, y también algunos de sus ensayos, me parecen de una inmensa riqueza intelectual. Volví a leer “La condición humana” no hace mucho, para escribir justamente sobre ella, y a pesar de haberla leído ya varias veces, me conmovió, me impresionó, me llevó desde la primera a la última como hechizado, como las grandes novelas. Así que sigo convencido de que “La condición humana” es una de las grandes novelas que se han escrito en el siglo veinte.

Me pareció interesante, para finalizar, preguntar al Premio Nobel de 2010, sobre este tiempo que habita, el siglo XXI en el que está inmerso y desde el cual escribe. Y me responde:

Pues mira, nuestras acciones, elecciones y decisiones pueden infligir cambios a la historia, pues nos dan siempre la posibilidad de hacer algo. Por lo tanto, declararse pesimista es de alguna manera declararse derrotado antes de tiempo, antes de haber dado la batalla y saber si esa batalla se puede ganar o perder. Hay que aceptar que existe la posibilidad del progreso y ese progreso depende de nosotros, y, eso, debe justificar la acción, el intento de empujar el mundo en la buena dirección.

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Rubén Loza Aguerrebere

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