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Cortázar, un clásico vivo

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Julio Cortázar levantó el vuelo hace 30 años. Fue, junto con Vargas Llosa, García Márquez y Carlos Fuentes, una de las figuras fundamentales del llamado “boom” de las letras latinoamericanas. Fueron los tres mosqueteros que, en realidad, eran cuatro.

Julio Cortázar levantó el vuelo hace 30 años. Fue, junto con Vargas Llosa, García Márquez y Carlos Fuentes, una de las figuras fundamentales del llamado “boom” de las letras latinoamericanas. Fueron los tres mosqueteros que, en realidad, eran cuatro.

Julio Florencio Cortázar (nacido en Bruselas en 1914 y muerto en París en 1984), se educó en la Argentina; fue maestro de escuela en Chivilcoy y profesor. En 1951 se casó con Aurora Bernárdez. Se marcharon a París, donde ambos fueron traductores de la UNESCO. Allí vivieron y él se nacionalizó francés. Era un hombre delgado y muy, muy alto; su rostro (como del famoso personaje de Oscar Wilde) fue siempre juvenil.

Cortázar escribió cuentos fantásticos, siguiendo una tradición muy arraigada en la literatura argentina. Borges (como de costumbre) fue el primero en editarlo; publicó “Casa tomada” con una ilustración de su hermana, Norah Borges. Los cuentos le dieron un ancho prestigio a Cortázar, entre ellos, “Las babas del diablo” (llevado al cine por Michelángelo Antonioni, titulado “Blow up”) y el extenso relato “El perseguidor”.

Escribió libros menores, como “Historias de Cronopios y de Famas”, a los que el olvido ha dejado donde corresponde, y una novela sobresaliente, “Rayuela”, aparecida hace poco más de medio siglo, y que sigue siendo un libro renovador. Desde su aparición, en 1963, ha tenido lectores que la han valorado tanto como al “Ulises” de Joyce, por sus audacias expresivas.

José Donoso decía que, con “Rayuela”, el autor “derribó todos los dogmas literarios de su tiempo”. A propósito de ella, que salvo unas secuencias es imposible contar, en la memoria de los lectores ha quedado su personaje llamado La Maga.

Cortázar sostenía, y acaso fue una de sus claves, que “la imaginación comporta alegría y no es un hecho lúgubre”. Esta frase se une a la definición que daba de la tarea del escritor, al señalar: “Un escritor de verdad es aquel que tiende su arco a fondo mientras escribe y después lo cuelga de un clavo y se va a tomar vino con los amigos. La flecha ya anda por el aire y se clavará o no se clavará en el blanco”.

Es verdad que la buena literatura (lo ha escrito García Márquez) es en gran parte autobiográfica. Cortázar, si bien no estaba totalmente de acuerdo, en cierta medida participaba de este tópico. “Creo tener una capacidad de invención de cosas de tipo fantástico”, decía, “y no estoy demasiado atado a mi persona como apoyo literario, pero es bastante obvio, ahora que miro lo que escribí en perspectiva, que hay una carga autobiográfica considerable”. También decía Cortázar que: “escribir es hacer un viaje hacia uno mismo”.

En el reciente libro de Cortázar “Clases de literatura” (Alfaguara), hasta ahora inédito, se recogen sus ideas generales (algunas mencionadas aquí), así como sus análisis técnicos sobre la literatura universal. Esta obra recupera el curso de dos meses que dictó en la universidad de Berkeley, en Estados Unidos, en 1980. En esas clases desplegó el abanico de sus intereses literarios, es decir, la literatura fantástica (la suya), la imaginación, el realismo, la música de las palabras, el erotismo, lo lúdico y lo social en la literatura universal.

Este libro es el mejor homenaje a Cortázar, clásico de las letras modernas, en el centenario de su adiós.

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Rubén Loza Aguerrebere

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