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La concertación desconcertada

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Adolfo Garcé publicó un valioso artículo donde aplica al Partido de la Concertación la tesis del politólogo alemán, Herbert Kitschelt, desarrollada en su libro “The Transformation of European Social Democracy”, publicado en 1994.(1)

Adolfo Garcé publicó un valioso artículo donde aplica al Partido de la Concertación la tesis del politólogo alemán, Herbert Kitschelt, desarrollada en su libro “The Transformation of European Social Democracy”, publicado en 1994.(1)

La suerte de la social democracia, afirmó Kitschelt, estuvo en las manos de sus propios líderes y militantes. La nueva estrategia, por definición, los obligaba a alejarse de sus propias tradiciones; la tradición ideológica partidaria tiende a frenar la adopción de nuevas orientaciones.

Sobre esa base, Garcé, manejando buenas razones, aclara gran parte de lo que está sucediendo aquí y ahora. La presente nota procura difundir las ideas de Garcé en su acierto; y agregar a ellas un enigma difícil de despejar a primera vista.

Escribe Garcé: “He venido sosteniendo que los partidos de oposición en Uruguay, están condenados a cooperar entre sí o a seguir mirando cómo el FA sigue en el gobierno. Sin embargo no lo hacen ni dan señales de estar dispuestos a recorrer este camino. La principal razón es muy sencilla. Sus tradiciones ideológicas conspiran contra sus intereses electorales. Veamos algunos ejemplos. Los independientes fueron invitados, en su momento, a formar parte del Partido de la Concertación. En nombre de la “independencia” respecto a los dos grandes bloques (el valor más preciado para ellos) dijeron muy pronto, que no. Automáticamente, el nuevo partido, hijo de la necesidad, construido para intentar desafiar la hegemonía frenteamplista en Montevideo, recibió un disparo en un ala”.

- Blancos, colorados e independientes, al menos en teoría, podrían formular una alternativa al FA. Pudieron juntarse y ganar o estar cerca al disputar la elección del cargo presidencial en noviembre. Hasta ahora no lo han hecho y, en consecuencia, han sido categóricamente derrotados en los dos balotajes; y mucho peor que eso: se desacreditaron ante su propio electorado. Sin entusiasmo, cada uno buscó su sitio para dormir sobre viejos laureles. Blancos, colorados e independientes prefieren ser perdedores.

A nivel nacional, el FA sigue reinando - dice Garcé amargamente.

- A este planteamiento se pueden agregar algunos indicadores muy significativos. Pero la situación total no termina aquí. El Frente Amplio no ganó siempre. En las últimas elecciones municipales perdió. En muchos casos, los líderes de cada departamento, blancos y colorados, se pusieron de acuerdo y hubo fraternidad entre ellos y de ese modo, ganaron la Intendencia. Constanza Moreira, un testimonio difícil de contradecir, escribió sobre esas elecciones: “El domingo pasado la izquierda sufrió un sacudón: votó bastante por debajo de sus expectativas; y el triunfo blanco y colorado en Salto y Paysandú terminó por coronar el fracaso frenteamplista.”

El ánimo y la inteligencia para encarar la concertación difiere mucho, si se presta atención a lo que dicen y hacen los líderes de cada partido, en la capital; y lo que dicen y hacen los líderes locales en las elecciones de su departamento.

En San José se imprimieron las listas de votación con los nombres del candidato a Intendente y a ediles, con tinta azul o negra, si eran blancos; y con tinta roja, si eran colorados; y la Corte electoral no puso reparos, no observó esa manera de concertarse, en múltiples elecciones.

Lo que acabo de mostrar, acuerdos interpartidarios triunfantes en varios departamentos, fue calificado como ilegal por el Partido Colorado que llegó a castigar en el plano ético a sus propios correligionarios, por haberse unido con los blancos para ganar, como lo hicieron, repetidamente, guiados por el formidable intendente maragato, Juan Chiruchi.

En Salto seis mil votos blancos le dieron el triunfo a los colorados. De lo que está pasando en Paysandú, con los colorados unidos a los frentistas, vale más no hablar. Juan Martín Posadas despejó el nuevo sistema electoral, dijo:

- “Escribí un artículo titulado “Evaluación” con el propósito de plantear las estrategias electorales que impone la lógica binaria del actual sistema de votación. El tema fue recogido y profundizado por C. Maggi el 3 de enero con cruel lucidez; también lo trataron R. Sienra, Faig, Stirling y otros. Se trata de un problema aritmético-electoral: ¿cómo encarar una carrera electoral, la que sea, cuando el cotejo final es entre dos partidos?”

- Un grupo de periodistas de opinión, en este diario, vista la importancia del fenómeno que había puesto de manifiesto Juan Martín Posadas, organizaron y llevaron a cabo, una campaña doctrinaria procurando que los dirigentes de los tradicionales cobraran conciencia de la realidad. Los frentistas se juntaban para ganar, pese a las inmensas diferencias ideológicas que los dividían; mientras colorados y blancos se separaban para perder, pese a su coincidencia en la apreciación de los valores políticos más sustanciales.

Lo aclarado por Posadas no fue entendido en la cumbre de los viejos partidos.

Ahora, cuando se decide crear por fin, un Partido de la Concertación para votar juntos, se gasta mucho tiempo y mucho cuidado, en refunfuñes contrarios a la unidad. La tesis de Kitschelt es invencible; pero no en todos los casos. La tesis de la identidad congelada que impide la unión no cuenta para los frentistas.

El Frente Amplio cocina en la gran marmita de sus adhesiones los credos más diversos; tradiciones, ideologías, oposiciones de todos colores; y eso no les impide mantener la unidad en medio de las mayores contradicciones internas. En el Frente las discordancias son mucho mayores que las diferencias que separan a los tradicionales; y sin embargo, el Frente está libre del peso de la identidad pasada. Los socialistas conviven con los radicales y los ultras conviven con el Frente Seregni y por sobre todas las divergencias prima, el viejo partido comunista. El mantenimiento de tanto sin sentido, es el gran enigma. Los frentes populares fueron muchos y todos murieron víctimas de sus discordias internas. En ninguna fracción política, hay más intentos contra la índole democrática, que en el seno del Frente Amplio. Y salvo ínfimos desgajes, los partidos anteponen a todo, la unión que hace la fuerza. En este aspecto la figura conciliadora de Danilo Astori es un caso extraordinario, defiende la unidad del Frente aún al costo de sacrificar su propia imagen.

Los muchos líderes de los muchos partidos que integran el Frente toleran lo que sea, con tal de no perturbar el mando impuesto.

El “Plenario” marca el extremo. La autoridad suprema de la coalición de izquierda, tomó resoluciones superando los poderes constitucionales (Ejecutivo y Legislativo) previstos en nuestra Carta Magna; y nunca se llega a saber cómo se mantuvo la supervivencia de la máxima autoridad del partido de gobierno, en violación a lo dispuesto en el artículo 77 de la Constitución, que dispone a texto expreso: “Los partidos políticos… deberán ejercer efectivamente, la democracia interna en la elección de sus autoridades” y “dar la máxima publicidad a sus Cartas Orgánicas y Programas de Principios, en forma tal que el ciudadano pueda conocerlos ampliamente”.

Los miembros del Plenario no se eligieron atendiendo a la mayoría, se eligieron mediante un procedimiento ilícito y oculto que todos toleraron adentro del Frente y en el seno de la oposición.

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