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Arresto ciudadano y algo más

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Hace pocos días, un grupo de jóvenes radicados en Solymar lograron liberar a una chica que era acosada por el que resultó ser un notorio violador.

Hace pocos días, un grupo de jóvenes radicados en Solymar lograron liberar a una chica que era acosada por el que resultó ser un notorio violador.

No solo eso: luego procedieron a cumplir un arresto ciudadano que llevó al procesamiento del delincuente quien, no es ocioso agregar, también sería rapiñero, consumidor de cocaína, marihuana y hongos alucinógenos. Es de destacar la prontitud y el esmero con que la policía apoyó a los jóvenes y que la jueza del caso, doctora Adriana Graziuso dijo que quería “destacar el proceder de los vecinos porque es algo que no pasa siempre”.

Corresponde abundar en cuanto a este tema ya que el episodio se inscribe adentro de precedentes heroicos de uruguayos que se han jugado enteros a la hora de ser solidarios. Entre ellos se destaca Atilio Pelosi quien el 11 de junio de 1925, ante un incendio de una empresa céntrica, entró y salvó a una empleada pero cuando quiso rescatar a otra pereció con ella en brazos. A Pelosi se le designó post-mortem “Primer héroe civil” y una calle de El Prado fue designada con su nombre. Asimismo está el caso del “pequeño héroe del Arroyo del Oro”, Dionisio Díaz, quien con apenas nueve años y estar gravemente herido, el 8 de mayo de 1929 tomó en brazos a su hermana menor y caminó siete kilómetros para entregarla en la comisaría del poblado y morir allí mismo. También merece evocación el estudiante de medicina Gustavo Volpe que el 21 de diciembre de 1954 advirtió que un pasajero de un ómnibus estaba siendo víctima de una punga por lo que persiguió al ladrón, pero fue interceptado por un cómplice del mismo quien le asestó una puñalada mortal en el tórax.

A veces estos gestos son rescatados públicamente, como pasó recién en Durazno donde varios ciudadanos que no dudaron en comportarse en forma valiente o dieron muestras de notable honestidad fueron centro de una ceremonia encabezada por el jefe de policía Juan José García.

Este destacó esas actitudes: una fue la de un agente que arriesgó su vida para salvar a un discapacitado que estaba en una vivienda incendiada. Otra, la de una profesora que encontró una importante suma de dinero y la devolvió. Finalmente, el arrojo de un policía que en el acto electoral desafió la correntada de un arroyo desbordado para poder entregar una urna de votación.

A veces, los gestos, aunque importantes, se deslizan sin grandes celebraciones, como el de hace aproximadamente un quinquenio cuando un recién egresado de la escuela de policía, tuvo oportunidad de poner en práctica todo lo que había aprendido, y no dudó en enfrentar en el Portones Shopping a dos rapiñeros, uno de los cuales logró detener y enterarse que se trataba de un peligroso homicida que había escapado dos veces de dos cárceles diferentes.

Estas instancias del hoy y del ayer nos dicen mucho acerca de los valores intrínsecos de compatriotas cuyas vidas merecen destaque. Figuras que deben convertirse en referencias ineludibles, paradigmáticas, adentro de la sociedad uruguaya del siglo XXI. Esta sociedad tan vapuleada por las constantes noticias del accionar, no de héroes sino de lo opuesto: los antihéroes de la jungla del asfalto, en ocasiones aún en la infancia, en ocasiones capaces de matar y morir por un puñado de pesos o una dosis de pasta base. 

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Álvaro Casal

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