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Un tiro en el pie

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ÁLVARO AHUNCHAIN
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Ayer escuché una tertulia radial que me dejó perplejo.

A raíz de las desavenencias de Cabildo Abierto con el gobierno y de los dimes y diretes de Ciudadanos en torno a la renuncia de Talvi, prácticamente todos los opinantes coincidían en que la coalición multicolor va camino a romperse. “Está deshilachada”, dijo un analista, pero al mismo tiempo debió admitir que no se extinguirá “en el corto plazo” debido a los altos niveles de adhesión que mantiene el presidente Lacalle Pou.

Suponer que a la coalición triunfante le queda poca vida puede deberse a tres factores distintos. El primero: una mera expresión de deseo. La supuesta endeblez del acuerdo entre los cinco partidos fue un argumento de campaña del Frente Amplio a pesar de que la coalición se fundó en un documento muy claro titulado “Compromiso con el país”, que planteaba medidas concretas aceptadas por todos, con firmas al pie. Y que existan naturales disensos internos, en nada impide que la coalición siga gozando de buena salud.

El segundo factor que puede haber detrás de ese pesimismo de los politólogos es una lectura superficial de antecedentes. No son similares las crisis entre socios durante los gobiernos de Lacalle Herrera, Sanguinetti y Batlle, que las que pueden ocurrir en el presente. La elección de 2019 reinstaló un claro bipartidismo, que se había ensayado con distinto éxito desde la reforma de 1996. Ahora no valen los perfilismos: está claro que el éxito de este gobierno es el del bloque multicolor y su eventual fracaso impactaría en todos los partidos que lo integran. Hay que pensar que ningún líder (ni aspirante) de la coalición oficialista, incurriría en el suicidio político de pretender destacarse, cuestionando al gobierno del bloque al que mañana deberá pedir el voto.

El tercer factor posible es, sin duda, el más preocupante. ¿Qué pasa si estos agoreros del desastre tienen razón? ¿Habrá en el gobierno una categoría de socios ocasionales, que están ahí porque las cosas marchan bien pero saltarán del barco a la primera tormenta? La hipótesis parece imposible.

La opción racional de cualquier persona o colectivo político pasa por comprender que el ciudadano de a pie que adhiere a la coalición piensa cada vez menos en términos de partido y cada vez más en los de bloque. Ya es mucho más que una identificación dada por estar en contra del Frente Amplio; es una identidad ideológica liberal y republicana.

No es casual que la oposición se esté arrinconando cada vez más en un discurso radicalizado: la crisis electoral de sus sectores moderados solo se explica por el corrimiento del centro político en beneficio de la coalición gobernante.

De aquí a 2024, el objetivo que deberán perseguir los partidos coaligados no será el de competir entre sí, sino el de construir liderazgos creíbles para la ciudadanía, vengan del partido que vengan.

Quienes nos sentimos ideológicamente representados de este lado de la cancha, estamos dispuestos a votar en el futuro a un blanco, o a un colorado, o a un independiente, en la medida que comprobemos en él o ella la capacidad de profundizar este camino de liberalismo con justicia social. (Es la oportunidad que perdió mi admirado amigo Talvi).

Lo otro: pensar que el año que viene o el otro se pueda empezar a jugar a oposición dentro del gobierno, revelaría una estrechez de miras que ahuyentaría votos, en lugar de atraerlos.

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