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Responsabilidad sindical

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Tomás Teijeiro
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En algunas cosas Uruguay sigue siendo disímil al resto de Sudamérica, "salvado por una conjunción feliz de meteoros, de todas las maldiciones histórico sociales que tanto pesaban sobre buena parte del continente", aún es en muchos aspectos "… una excepción, una experiencia impar en el cuadro de las casi veinte naciones que al sur de los Estados Unidos cumplían a tropezones su trayectoria histórica", como escribió Real de Azúa.

En el ajetreo diario perdemos la perspectiva de que en cierto modo eso aún es así, que es parte de nuestra identidad ser distintos, y que si bien la mano viene bastante jodida en muchos temas, es cierto que mirando el medio vaso lleno, también en otros aún estamos bien.

Nuestras instituciones son tan fuertes, que hasta los incansables intentos voluntaristas de debilitarlas al golpe de que lo político vale más que lo jurídico no han podido con ellas. Los casos de corrupción son por suerte una triste excepción, en un vecindario donde caminar torcido es la regla. Tenemos la dicha de tener aún en la cancha dirigentes sindicales de la vieja escuela, con basta experiencia, y con sobrada honestidad intelectual como para poder entablar con ellos un intercambio de ideas serio y colaborativo, en el consenso y en el disenso. Sin perjuicio de algunos que aún sufren trasnochados delirios marxista-caribeños.

Es por esto que no me duelen prendas en solidarizarme con Fernando Pereira por la gratuita agresión que tildó de "sindigarcas" a los dirigentes sindicales. No está bien la forma, ni el fondo de todo ese asunto. Lo que haga Novick es un tema exclusivamente suyo, y así como no se lo debió citar al Parlamento a dar explicaciones por su actividad empresaria (es de su esfera sagradamente privada), no debería él rebajar la política a un ejercicio de exabruptos para posicionarse. Ya hemos tenido histriones de izquierda, no los necesitamos de derecha. Precisamos gente seria, que sepa pararse al medio. Donde se construye.

Es así que, aun no compartiendo lo manifestado, me resultó interesante y reveladora la entrevista en Búsqueda a Milton Castellanos, director del Instituto Cuesta Duarte del Pit-Cnt. En la misma, el respetado dirigente argumenta en forma crudamente honesta y muy polite, como si sus dichos pudieran fundirse en la liquidez de la posmodernidad:

1) que las cámaras quieren vaciar de contenido a los Consejos de Salarios y volver a una etapa donde estos no existían;

2) que la empresa es un bien social que marca la forma en que se organiza la sociedad;

3) que la negociación laboral tiene que contar con el Estado haciendo que la balanza se equilibre;

4) que las empresas presionan e intentan generar crisis, como en el caso de Conaprole;

5) que los sectores que más preocupan al Pit-Cnt son los más débiles (servicio doméstico, rurales, textiles).

Sin perjuicio de mi consideración profesional e intelectual por Castellanos, me permito estar en desacuerdo:

1) Nadie pretende volver a una instancia sin Consejos de Salarios, eso es un falso relato político/electoral, no técnico. La validez y utilidad de los mismos no está en discusión, lo cual no se contrapone con la necesidad de mejorarlos y de hacerlos más eficientes, de facilitar soluciones diferentes a realidades distintas, y de buscar mayor institucionalidad para frenar uso y abuso de un sistema que debe servir a ambas partes de la relación laboral por igual.

2) La empresa no es ni será un bien social mientras nuestra Constitución y nuestro régimen político estén vigentes. La empresa es de su propietario, y este tiene derecho a gozar de plena soberanía sobre la misma. En contrapartida tiene que cumplir las leyes laborales a rajatabla. Un bien social, integrador, es el trabajo, y el hábito para con el mismo sí es responsabi-lidad de todos. Pero no se pueden confundir ambos conceptos.

3) La negociación colectiva necesita del Estado para que equilibre y compense desigualdades, el problema surge (como ahora) cuando el mismo está sesgado. El Estado no puede tomar partido, y hoy solo interviene empujando a favor de la parte trabajadora, aun cuando muchas veces esta es más fuerte que la empleadora. Esto lo deslegitima, y hace mal.

4) Sostener que las empresas presionan y generan crisis, y poner de ejemplo a Conaprole, no es acertado. Si hay un sector donde la actividad sindical ha sido "exageradamente proactiva", es precisamente este. Cualquiera lo sabe. Es un caso de abuso de derecho, como mínimo.

5) No es verdad que al Pit-Cnt le preocupen más los sectores más débiles, si no ¿cómo se explican las observaciones de la Ucudal en cuanto a que la mayor conflictividad se da en educación y salud (64% en total, contra 23% en industria)?

Vienen tiempos duros. Es momento de sincerarnos y construir. De sentarnos a discutir como dice Castellanos. Pero también es hora de que los sindicatos cambien el paradigma marxista. Mantenerlo es igual de anacrónico que pretender suprimir los Consejos de Salarios.

La libertad sindical no habilita a cometer ilegalidades. Todos los derechos tienen límites, decía Plá. El que abusa debe responder. Los empleadores en lugar de patalear en Dinatra y OIT deberían acudir a la Justicia, una y otra vez Código y Constitución en mano y pedir ser resarcidos. Hasta lograrlo. Sin complejos.

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