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Es la Corona

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Tomás Teijeiro
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Estoy preocupado por España. La azotan en simultáneo varios males: el antimonarquismo sin fundamento, el nacionalismo secesionista, el populismo y la insensatez.

Hay veces en que la inmediatez y el continuo bombardeo de noticias de la época actual nos distrae de lo fundamental. Todo se trivializa y se vuelve espectáculo. Se nos mezcla en la retina y en el seso la descalificación futbolística de Inglaterra con el divague alemán de extraditar a España a Puigdemont solo por malversación de fondos, y no por rebelión. Y distraídos, dando click de noticia en noticia, pasamos de un hecho al otro, sin interesarnos por los fundamentos de la negativa del juez Llarena, por ejemplo, y así seguimos por la web, viendo llorar la Biblia junto al calefón, como si nada. Mal, pero acostumbrados.

Es así que una vez cada tanto, y sobre todo cuando parece que todo se desdibuja, que los marcos de referencia que antes nos valían se deforman y los valores se pierden a instancias de algunos trasnochados sin escrúpulos que machacan con sus tonterías sin base, conviene buscar esas señales que con claridad nos han marcado el rumbo cierto por tanto tiempo, y que siguen siendo útiles para no derivar en este mundo loco y ruidoso.

Por eso, no está demás hoy, dada la complicada coyuntura por la que atraviesa España, recordar la Constitución de 1978, sí, textualmente, cuando dice:

"Don Juan Carlos I, Rey de España, a todos los que la presente vieren y entendieren, Sabed: Que las Cortes han aprobado y el pueblo español ratificado la siguiente Constitución: Preámbulo. La Nación española, deseando establecer la justicia, la libertad y la seguridad y promover el bien de cuantos la integran, en uso de su soberanía, proclama su voluntad de: Garantizar la convivencia democrática dentro de la Constitución y de las leyes conforme a un orden económico y social justo. Consolidar un Estado de Derecho que asegure el imperio de la ley como expresión de la voluntad popular. Proteger a todos los españoles y pueblos de España en el ejercicio de los derechos humanos, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Promover el progreso de la cultura y de la economía para asegurar a todos una digna calidad de vida. Establecer una sociedad democrática avanzada, y Colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra. En consecuencia, las Cortes aprueban y el pueblo español ratifica la siguiente Constitución. Título Preliminar. Ar-tículo 1. 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político. 2. La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. 3. La forma política del Estado español es la Monarquía parlamentaria. Artículo 2. La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles, y reconoce y garantiza el derecho a la autonomía de las nacionalidades y regiones que la integran y la solidaridad entre todas ellas".

La norma fundamental con que los españoles en forma totalmente libre y democrática dieron forma a su modelo de convivencia, resalta la existencia de una sola nación: la española, y una forma de gobierno: la monarquía parlamentaria. Todo lo demás es cuento. Esta bien claro.

Es por esto, que tanto el canto antimonárquico como el nacionalismo periférico resultan completamente infundados en una Nación cuyas raíces, y su natural organización política se pierden en el tiempo, y donde todo lo demás como mucho, fue excepción.

España ha sido siempre un Reino, y ha tenido muy buenos reyes, excelentes, aunque les pese a unos cuantos. Los últimos dos monarcas españoles han sido los mejores servidores que su patria ha visto desde los Reyes Católicos. Aquellos recuperaron la península y descubrieron un mundo nuevo. Estos, le han dado a su pueblo una nueva vida, con estándares imposibles de soñar hace solo cuarenta años. Han cumplido con el mandato constitucional de respetar los valores superiores de libertad, justicia, igualdad y pluralismo político, de mantener un orden económico y social justo, y de asegurar a todos los españoles (y a esta altura a muchos más…) una digna calidad de vida.

Juan Carlos I y Felipe VI como Jefes de Estado, han delineado con absoluta nitidez el rumbo que la nación española debía y debe seguir. Y lo han hecho con gran éxito. Quien lo niegue, o bien no sabe nada de historia, o simplemente no conoció la España previa a los años ochenta. Solo así puede negarse mérito a quienes han sido principales artífices del desarrollo actual. Que en la España preconstitucional no solo se sufrían penurias económicas, también se carecía de derechos que hoy se dan por descontados, y tampoco se gozaba de muchas facilidades que ahora parecen ser parte del paisaje como la infraestructura, la educación, la salud, las comunicaciones, la inexistencia de fronteras, etcétera.

Según Ipsos, en España la monarquía cuenta a pesar de todo con un apoyo mayoritario, pero la información recabada en las encuestas denota una fractura generacional con relación a la valoración de la misma frente a otras formas de gobierno. Y es ahí donde campea el populismo insensato intentado cargarse a la institución que garantiza la estabilidad de la nación.

Este dato no es menor, dado que el gran desafío para S.M. el Rey es precisamente el de conectar con sus súbditos más jóvenes saltando las barreras de la ideología política, tal como sucede con la monarquía en Inglaterra.

En los cuatro años de reinado S.M. Felipe VI ha demostrado haber heredado de su padre la sensatez, la prudencia, y sobre todo una innata habilidad para definir con claridad las grandes líneas por las que la nación española debe transitar.

Esa nitidez en marcar el rumbo es un valor que hoy, en este mundo de lo líquido e intangible, de los discursos livianos y políticamente correctos, es digno de resaltar y reconocer en un estadista. Los españoles tienen en la Corona el mejor instrumento para garantizar su futuro, para proteger las ventajas que con tanto sacrificio han logrado en estos cuarenta años. Deberían mantener a raya a sus enemigos.

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