Publicidad

Contando un cuento

Compartir esta noticia

Como coalición de izquierda que es, el Frente Amplio y sus satélites sindicales siempre han tenido en su agenda el tema de las relaciones laborales.

Como coalición de izquierda que es, el Frente Amplio y sus satélites sindicales siempre han tenido en su agenda el tema de las relaciones laborales.

Es de manual tenerlas, y materialismo histórico mediante, considerar que las relaciones de producción determinan la vida de la sociedad y del hombre en amplitud de aspectos tales como la economía, la política o el derecho; esto otorga una legitimación de doble marca, y más aún si la lucha de clases está sobre la mesa (hoy sobre la mesa de los Consejos de Salarios…) Proporcionan además, desde el punto de vista electoral, un excelente instrumento de comunicación simplificador del mensaje, que en ciencia política se denomina clivaje y podemos ver en las dicotomías tipo: patrón vs. empleado, Estado vs. Iglesia, etc.

En materia laboral, como en tantas otras, el partido de gobierno tiene un acentuado complejo de génesis, el cual determina que el punto de inflexión a partir del cual se desarrolla todo lo bueno para el país es el 1 de marzo de 2005, y por oposición, todo lo anterior o es malo. En este punto cabe destacar que la matriz del derecho laboral uruguayo y sus más importantes previsiones se desarrollaron previamente al 1 de marzo de 2005, algunas mucho, muchísimo tiempo antes, siendo esto obra del Partido Nacional, entre otros, y de los primos batllistas de los actuales gobernantes.

Desde el 1 de marzo de 2005 a la fecha, además del retorno a los Consejos de Salarios, hemos visto proliferar nuevas leyes laborales (superan largamente las 50), entre las cuales están las varias que extienden el beneficio del seguro de paro a trabajadores de determinadas empresas, y destacan las leyes que modifican los plazos de prescripción de los créditos laborales, la de tercerización, la de abreviación de los procesos laborales, la de responsabilidad penal empresarial, y los decretos famosos como el que (no) regula qué hacer con las ocupaciones, o como el reciente en cuanto a la esencialidad virtual de la educación.

Y acá viene lo interesante, el gran cambio que operó en las relaciones laborales en los últimos 10 años tiene mucho de objetivo y palpable (leyes y decretos) que han generado asimetrías de todo tipo (aún entre y contra la propia clase obrera) y que se padecen, y son lo que son con virtudes y defectos. Pero lo fundamental no es su naturaleza, sino la forma en cómo se han implementado estos cambios. Es decir, la forma en cómo vendieron esta moto a propios y ajenos.

Los actores que lo han llevado adelante no tienen nada que envidiar a Nixon y a sus spin doctors, han sido maestros orientales del storytelling (de contar el cuento, valga la mala traducción), y lo han llevado a estadios en que el mismo incluye al derecho y la jurisprudencia, dado que los hace “vivir” del relato (del cuento, más que del relato), como dice Christian Salmon citando a Jerome Brunner y a Anthony Amsterdam, al punto que “invade los dictados de sentencia”.

El cuento ha invadido círculos en los que solo cabía lo racional, lo científico. ¿Qué es lo que hace el cuento que nos cuentan? Contribuye a crear una realidad adaptada a la visión voluntarista imperante, no es una representación de la realidad. ¿Para qué lo hace? Para adaptar la antigua lucha de clases al capitalismo postfordiano, el cual representa todo un desafío de lucha, en cuanto les quebró (junto con el derrumbe del muro que se les cayó arriba) el argumento que mantuvieron por tanto tiempo.

Y es aquí donde los spin doctors del FA destacan: han “construido una visión política no racional, sino contando cuentos, que se ha convertido en la clave de la conquista del poder y de su ejercicio” (Christian Salmon). Basta con recordar la previa a la votación de la ley de Responsabilidad Penal Empresarial, las pantallas gigantes fuera del Parlamento, la justificación o condena según se la votara o no, la justificación de los resultados hoy, las actuales marchas en defensa de la educación (de los salarios de la educación en realidad), etc.

Parece que la política posmoderna juega en dos claves: 1- creando opinión, en una especie de campaña permanente (como nos acostumbró el expresidente Mujica), o 2- tratar a la prensa con reserva y apelar a las mayorías silenciosas (como sabemos que hace el presidente Vázquez).

Un país competitivo y productivo necesita gobernantes que hablen claro, que fijen metas comunes, y relaciones laborales sanas, negociaciones de buena fe, sobre la base de realidades, no de realidades construidas por storytellers profesionales.

Ser productivos en todo sentido es una realidad a la que nos obliga el mundo, que nuestros niños con o sin moña tengan una buena educación, es una necesidad para ser parte de esa realidad mundial, que nos guste o no, pasará factura. Que el cuento que nos cuentan nos haga dejar fuera del diálogo la productividad en las relaciones laborales es ceguera pura. Hoy necesitamos diálogo serio y consenso más que nunca. Consenso con productividad, no consenso sobre falacias ideológicas y cuentos de salario real.

Empleados (no candidatos, ni políticos, ni seudo políticos sindicales) y empleadores se lo deben recíprocamente, se lo deben a sus bolsillos, y se lo deben al país. ¿Espabilarán o seguirán jugando el juego de los spin doctors?.

SEGUIR
Tomás Teijeiro

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad