Publicidad

Ceguera en contexto

Compartir esta noticia
SEGUIR
TOMÁS TEIJEIRO
Introduzca el texto aquí

La tragedia que encarna la izquierda oriental es verdaderamente épica.

De ser un movimiento con aires vindicativos basado en un relato voluntarista no ajustado a la realidad histórica del país, ha devenido en un partido profundamente arraigado al poder (a todo precio), amansado por el aburguesamiento de casi la totalidad de sus cuadros, y agotado.

Después de quince años de gobierno, no le queda más para poner en la vidriera que aquello que cree haber alcanzado. Y en la presentación de esos supuestos logros la bipolaridad manifiesta con la que manejó el poder, ya no se disimula, y dependiendo del “ala” que se exprese, salta a la vista la gangrena de la lucha de clases sin anestesia.

Han estimulado el desarrollo de la grieta para medrar en base a ello, pero sin percatarse dónde se ubicaba la misma. Y la realidad les ha caído encima: Uruguay no quiere fractura social. El Pit-Cnt está en guardia como si fuera un partido más en la contienda electoral. Los ministros desbocados transgreden las normas escritas y no escritas, y ni siquiera honran las dignidades de sus investiduras, como si las mismas fueran del Frente Amplio, y no de la república.

La absoluta oligarquización del partido de gobierno en casi toda su estructura explica sin lugar a dudas la singularidad de esta campaña tan sosa del lado del FA, con un dato no menor: donde aún queda un resquicio orgánico de aquella izquierda que tanto sufrimos, es en el MPP. Y es precisamente el presidente Mujica quien se ocupa de reagrupar filas y preparar a los suyos para el invierno que se viene.

Así, entre exabruptos poco democráticos y de escaso respeto a la institucionalidad de jerarcas, sindicalistas, y representantes de otros sectores de izquierda afines al gobierno vamos acercándonos a las elecciones.

Llegando al final de estos tres lustros queda de manifiesto que el modelo sostenido por el gobierno ha caducado. Los mayores éxitos que pueden mostrar han sido consecuencia de factores externos, y lo bueno que han desarrollado por iniciativa propia ha quedado opacado por su visión cortoplacista, y básicamente por no haberse podido despojar del trauma de clase que impidió legitimar esos logros ante la sociedad entera.

Todo lo hecho lo vistieron lamentablemente con colores de parcialidad: es de estos, no de aquellos. Y hasta hablan ligeramente de conquistas, sin reparar en que necesariamente ello supone un conquistado, es decir un derrotado. Innecesaria dicotomía, terrible afrenta a la unidad y al sentir de una nación que aún se considera eso, UNA. Y que por eso hoy cree en la esperanza que los blancos representamos. Para todos los orientales, sin divisiones, solo enfocando en lo que nos une.

Es curioso que luego de quince años de gobiernos de izquierda las transformaciones que han operado en nuestra sociedad marquen que la misma es básicamente más consumista, menos solidaria, que quien trabaja siente que se lo castiga, que hemos caído en términos de libertad, que hay menos igualdad, y que a todas luces estamos estancados.

En principio no me pareció atinado atribuir todos estos males al partido de gobierno, pero recordando el complejo de génesis con que asumía la tarea de gobernar para todos los orientales en marzo de 2005, la verdad no lo creo exagerado. Sé que no todo ha sido pésimo, pero si sé que lo malo pudo haberse evitado, solo con un poco menos de soberbia. No han gobernado para todos. Por eso han fallado.

La colaboración y la alternancia son la base de la democracia. Hoy podríamos estar asistiendo al fin de una circunstancia política, y hacerlo en forma menos traumática. Con más equidad, con más seguridad, con más desarrollo, con una sociedad más integrada. Lamentablemente lo hacemos con mucha inseguridad, con gente durmiendo en la calle, con pacientes que deben reclamar por sus medicamentos ante la justicia, con empleados y empleadores condenados a confrontar cuando podrían colaborar, con el país dando vergüenza internacional por su postura en materia de derechos humanos.

Dice Peter Vermeulen que la ceguera de contexto es la “habilidad reducida para utilizar el contexto espontáneamente, y para dar significado a los estímulos, sobre todo los muy vagos, ambiguos, nuevos o abstractos”. Esta definición claro está que no fue pensada para las ciencias sociales, pero vaya si se adapta al accionar poco sensible del partido de gobierno. ¿O acaso no es esta ceguera la que nos ha dejado varados donde estamos?

Haciendo una adaptación a lo expresado hace tanto tiempo por Real de Azúa, podría sostener que la Ceguera al contexto del Frente Amplio ha quedado manifiesta en: visión perimida de las dinámicas sociales en clave de lucha de clases y especialmente de las relaciones de trabajo; sometimiento a la voluntad de otros Estados, multinacionales y organismos internacionales; pérdida de soberanía; falta de atención a las necesidades de la clase media y la clase obrera; pérdida del foco en la educación; apalancamiento del corporativismo exacerbado; reducción de los espacios de libertad individual en todo sentido; falta de respeto por nuestra propia identidad nacional facilitando un alejamiento de nuestro modelo de convivencia del paradigma occidental en favor de un modelo latinoamericano que nos es ajeno; falta de idea de lo que pasa en el mundo; poca empatía con las dinámicas globales; visión desajustada de las relaciones internacionales; falta de timming; estatismo irracional; nostalgia de un pasado irrecuperable y de un modo de vida que ya fue; ninguneo de la inteligencia y la modernidad como forma de desarrollo (porque dejan en off side el verso marxista), y escasas ambiciones de bienestar colectivo.

Esto es porque sus propuestas, discusiones, y hasta sus desvelos son anacrónicos. Tan en el pasado han quedado que ahora embisten ciegos contra los colorados reclamando para sí las viejas banderas del primer y segundo batllismo.

De verdad poco pesa a esta altura quién ostenta esos estandartes, o quién los representa mejor.

Lo que sí importa hoy y mucho, es que como a principios del siglo veinte, en el siglo veintiuno los abanderados de la libertad, las instituciones, el respeto a la ley, y la dignidad del ser humano somos los mismos.

Los blancos.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumTomás Teijeiro

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad