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Blancos todo el día

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Tomás Teijeiro
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Ya faltan menos días para que pase la modorra futbolera y el país vuelva a poner la atención en la cruda realidad del débil equilibrio económico en que vivimos, la gravísima crisis de seguridad, la deficiente educación, la pérdida de valores individuales y colectivos, nuestra cada vez más débil identidad nacional, la prepotencia sindical, la obligación financiera, y la falta de inserción internacional.

Básicamente la próxima campaña electoral tratará de la contienda entre un Partido Nacional portador de la esperanza del retorno al país de la libertad e institucionalidad que una vez conocimos, y un Frente Amplio que, trepando desesperado por el despeñadero de una de las peores gestiones de gobierno de nuestra historia institucional, tratará de perpetuarse en el poder para disimular errores y horrores, y seguir buscando crear al hombre nuevo, aunque los cerebritos rojos aún no se hayan expedido de có-mo encaja en esto la ideología de género. Y que quede claro que la ironía va para los todólogos de la vida y autosuficientes falsos portadores de la verdad, no para las personas que en el goce de su libertad individual están en todo su derecho de hacer lo que les plazca mientras no dañen a otros.

Nuestra responsabilidad política como partido con serias chances de ser gobierno no es menor, pero tampoco es pequeña la responsabilidad que tenemos los militantes de hacer que nuestro partido y nuestros líderes lleguen a las elecciones en buena forma.

En este estúpido mundo de la dictadura de lo políticamente correcto, a veces hay que hacer como cuando uno se dispone a navegar: pararse a ver dónde estamos, revisar la jarcia, ver qué existencias tenemos en bodega y definir dónde queremos llegar, para decidir lo que hay que hacer, sin titubeos.

Haciendo este análisis, reitero lo que ya he comentado otras veces: los blancos tenemos sin duda a los dos mejores candidatos a Presidente de la República.

Jorge Larrañaga y Lacalle Pou han demostrado varias veces —a pesar de las naturales diferencias— con su entrega y trabajo incansable que para ellos el bien mayor está por encima de sus aspiraciones personales.

Nos han dado un gran ejemplo, uno que a veces al resto de los blancos nos cuesta seguir. Por eso, si tenemos claro a dónde queremos que nos lleve nuestra travesía, debemos ante todo cuidar del barco, de las existencias y fundamentalmente a sus capitanes.

Es tarea de todos los blancos velar por la unidad, arropar a nuestros candidatos que se dejan la piel en la cancha trillando el país de punta a punta y lado a lado, aportando ideas, tendiendo puentes, o luchando por vivir sin miedo. Que tanto da el matiz, cuando se hace con ganas y buena fe.

No debemos olvidar lo principal: somos blancos, y ser blancos es una tarea de veinticuatro horas por día, los trescientos sesenta y cinco días del año.

Hacerlo de ese modo, con esa dedicación, con ese ahínco, en cada rincón, en cada momento de nuestra existencia, es el único camino que nos queda para rescatar al Uruguay de los males en que el voluntarismo frenteamplista nos ha hundido. Es la única forma de llegar seguros a buen puerto.

Sumidos en "chismografías de barrio" nuestros gobernantes nos han dejado víctimas de una "subordinación improcedente" a lo que venga de afuera, como pusilánimes vasallos de los designios de una América Latina populista que de a poco se desgrana, olvidando aquello de que "si por algo está llamada a ser eterna nuestra estabilidad republicana es porque nuestra independencia la confirman la geografía, la historia, la sangre y hasta las expansiones comerciales", co-mo decía Herrera.

Es curioso, que esos elementos que fueron la esencia de nuestra estabilidad, y que ni los batllistas se animaron a discutir, sean precisamente los que el Frente Amplio se ha dedicado sistemáticamente a destruir.

Han pretendido desdibujar la geografía y hacernos parte de un estereotipo latinoamericano que nos es completamente ajeno; han creado un nuevo relato de la historia donde los malos son los buenos y el Che Guevara casi es santo; han renegado de nuestra composición co-mo nación y nos han cerrado toda posibilidad comercial seria de crecimiento internacional, pero no de sometimiento.

Hace unas cuantas décadas y antes de ganar la Presidencia, contestando a varias preguntas con las que a mi juicio pretendían encasillarlo en determinada corriente de ideas, decía con claridad el presidente Lacalle: "La realidad nacional y sus cambios coyunturales son la materia prima de la acción gubernativa y dictan muchas veces el camino a seguir", "nuestro país, su gente y todos sus gobiernos han demostrado poseer una conciencia social clara: debemos ser una sociedad solidaria…". "Sólo hay un método idóneo de fortalecimiento democrático: la participación, la asunción de los deberes más que los derechos de la acción ciudadana". Y agregaba: "Quien varía su voto entre los partidos y los hombres, abre más ancho campo a su posición, pero ambos deben inquirir, sopesar, juzgar conductas anteriores, calibrar capacidades", "de esa manera es posible mejorar el sufragio dándole un contenido a lo que de otra manera es puro formalismo democrático pero no conjugación del verbo elegir". "Cuando comprendamos que las decisiones políticas condicionan cada minuto de nuestra vida, habremos empezado a fortalecer el sistema". Es por esto, que en cada rincón del país, como lo hacen comprometidos correligionarios co-mo Moreira, Enciso, Lema, Da Silva, Niffouri, Albisu, Antía, Echeverría, entre otros muchos, todos debemos ser blancos todo el día.

Blancos empáticos con el resto de nuestros conciudadanos, para así convertirnos en valedera opción ante quienes tienen ancho campo a su posición.

No es desdibujándonos, ni escondiendo nuestra esencia. Es siendo nosotros mismos, los blancos, abiertos y sin dogmatismos que dividan, porque el país esta harto de quienes lucran de la fractura.

Es haciendo lo de siempre, recuperando las libertades que nos arrebataron, poniendo en alto la dignidad nacional y el imperio de la ley, primero al país. Siendo así, rabiosamente blancos es que ganaremos. Blancos todo el día, todos los días.

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