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Blanca diversidad

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TOMÁS TEIJEIRO
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La participación de varios integrantes del Partido Nacional en la marcha por la diversidad generó algunas controversias. Entiendo pertinente referir que los blancos nos debemos algunas reflexiones al respecto.

Y por cierto, haciendo caso omiso del ruido ajeno, y mirándonos bien mirados al espejo. Para entender el mundo y sus avatares uno nunca debe olvidar de dónde viene ni quién es.

La marcha se celebra cada año al finalizar el mes de septiembre dedicado a la diversidad. El objeto de dicha conmemoración y cierre no es estrictamente vinculado con la diversidad sexual, sino que es también por una mayor igualdad. Desde ya aclaro que creo que no viene a cuento quién o quiénes la organizan, ni los intereses políticos declarados o subyacentes de personas o colectivos que participan en dicha tarea. Así como tampoco sus mensajes políticos oportunistas. Lo que sí importa es que las sociedades verdaderamente libres (su mayoría de raíz occidental y tradición judeocristiana) reconocen el derecho a vivir como a cada uno le plazca su sexualidad, y a querer de la misma manera; y que esta marcha aquí y en el mundo representa una forma de entender la convivencia que no es patrimonio de nadie, y mucho menos de los adeptos al Foro de San Pablo, que de libertades saben bien poco.

Básicamente hablamos entonces que la vindicación de la marcha va de poder vivir con libertad, plenitud, igualdad en el trato, y felicidad.

Los blancos no tenemos que pedir permiso para marchar por la diversidad, los blancos tenemos sobradas credenciales históricas para marchar con la cabeza bien alta. Nunca en toda nuestra historia reprimimos ni juzgamos a nadie por su vida intima. Siempre nuestro modelo de convivencia social incluyó la diversidad. Formamos parte de un partido de hombres libres, llevamos puesta la honorable divisa de nuestros antepasados que murieron por la libertad, que se sacrificaron por ella, y que no lo hicieron para imponer un modo de pensar. Lo hicieron para poder tener la chance de buscar lo mejor para sus vidas y la de los demás, dejando ser, no reprimiendo. Nuestros lanceros peleaban precisamente para que hubiera pluralidad. Pluralidad que no es otra cosa que reconocer como centro de nuestros desvelos el respeto por la dignidad trascendental de la persona. De todas las personas. Dignidad que no puede respetarse si se coartan libertades. No debemos dejarnos llevar por los eslóganes facilongos, ni por poses cool, o políticamente correctas pero sin contenido. Nuestro compromiso con la diversidad es mucho más antiguo, mucho más serio. Tiene firme fundamento filosófico bien asentado en las hondas raíces del pensamiento liberal. Y eso es lo que pesa, y lo que nos envidian.

Nosotros no hacemos postureo. Para los blancos que vamos a misa, como para los que no, que todos puedan disfrutar de su libertad es principal preocupación.

Y esto es porque siempre sostuvimos como evidentes estas verdades: “que todos los hombres son creados iguales, que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad”.

No se puede entender la diversidad sin filosofía. Y cuando se piensa en clave filosófica se entiende que para los blancos, lo natural, es la diversidad.

En nuestra casa cabemos todos. Otros no pueden decir lo mismo.

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