Publicidad

La voz de los antivacuna

Compartir esta noticia
SEGUIR
Tomás Linn
Introduzca el texto aquí

¿Le dan los periodistas el espacio justo a los “antivacunas” para que se expresen? Este debate fue creciendo a partir de unas recientes reflexiones del periodista Gabriel Pereira en el semanario Búsqueda y recogidas por Martín Aguirre en El País.

Pereira expresó culpa por el supuesto vacío que se le hizo a este grupo que, dijo, si bien minoritario tenía derecho a expresarse.

Uno de sus exponentes más conocidos, el abogado Gustavo Salle, sí mereció atención pero más por su grosero mal talante, su carencia de buenos modales y su agresividad, que por su postura. Salle no representa a todos los antivacuna aunque algunos igual concurren a sus actos. Otros, además niegan la existencia de la pandemia misma.

Desde comienzos del siglo XX los uruguayos asumieron una actitud “positivista” hacia la ciencia y la medicina. Confían en ella y entienden que, aún con sus imperfecciones, es mejor vivir en un mundo donde la ciencia investiga y avanza que en uno donde no haya ciencia.

En los años 50, ante la arremetida de la poliomelitis (que llevó al cierre de clases y espectáculos) aparecieron vacunas que redujeron drásticamente la presencia de una enfermedad que dejaba serias secuelas y hasta podía ser mortal. La primera fue la vacuna inyectable Salk y luego apareció la vacuna oral Sabina. Ambas tenían sus contraindicaciones (como ocurre con todo medicamento), pero sus ventajas fueron abrumadoras y no se las cuestionó.

Uruguay asimismo por años fabricó y exportó la antivariólica. Se aplicaba con un rasponcito en el brazo y era requisito para viajar. Gracias a una masiva vacunación mundial, esa gravísima enfermedad con alto grado de mortalidad, fue erradicada en los 80.

Otras vacunas obligatorias son la BCG, la “triple” contra la difteria, la tos convulsa y el tétanos (esta última exigida en lugares de trabajo y clubes deportivos) que no es la “triple viral” de aplicación más reciente contra el sarampión, la rubeola y las paperas, a la que luego se sumó una contra la varicela.

También están las vacunas contra la hepatitis y el papiloma humano y otras que se dan según edades y en casos específicos (la antirrábica por ejemplo). Aunque no obligatoria, cada vez más gente recurre a la antigripal.

Hay por lo tanto, una extendida aceptación sin conflictos de vacunación en Uruguay. Hace unos años una única familia naturista expresó su objeción de conciencia a inocularse con vacunas obligatorias y se le respondió con rígida intransigencia.

La naturalidad histórica con que se asumen estas campañas llevó a que hubiera extrañeza ante las actuales posturas antivacuna.

La vacuna anti COVID-19 no es obligatoria. Por lo tanto, ¿qué reclaman las marchas vocingleras de Salle si son libres de no vacunarse? Parecería más bien que pretenden obligar a los demás a no vacunarse y no aceptan la libertad de otros de tomar la decisión opuesta.

La masiva y rápida vacunación contra el COVID-19 fue otro factor que pesó en la actitud popular. Con más del 70 por ciento de la población vacunada en primera dosis, el mensaje antivacuna cayó en la indiferencia. Hubo gente que los cuestionó por entender que al no vacunarse podían ser factor de contagio.

Es verdad que la apertura de las perillas trajo limitaciones. El mentado aforo varía según si los concurrentes están o no inoculados. Esta decisión entra también dentro del mismo concepto de libertad en que se amparan los antivacunas. Se puede ser libre para no vacunarse y también para pedirla como requisito para entrar a un local. La libertad vale para todos y cada uno se hace cargo de la decisión que toma, sea cual sea.

El alarmante empuje de la pandemia se cruzó en Uruguay con el acelerado avance de la vacunación y en poco tiempo hubo un contundente descenso de contagiados, de internados en CTI y de fallecidos.

Es que así como muchos uruguayos desoyeron los consejos para cuidarse, sí se tomaron en serio lo de vacunarse. Esa actitud dio resultado.

Si bien Pereira puede sentir culpa por no haberle dado un espacio más equitativo a esta corriente, no es que ella haya estado en un silencio absoluto. Hoenir Sarthou mantuvo su columna en el semanario Voces que se replicó en las redes. El semiólogo Fernando Andacht fue entrevistado en varios medios (aunque el desconcierto de sus entrevistadores era evidente) y tuvo repercusión el rechazo de Aldo Mazzucchelli a que fuera premiado el coordinador del Gach, Rafael Radi (que a su vez, había recibido amenazas de los antivacunas más radicales). La versión más académica de este grupo se expresa en una publicación on line (Extramuros), que quizás por su alto nivel intelectual no tenga llegada masiva.

En definitiva, su resonancia es reducida aunque proporcional a la magnitud de su presencia. El contraste entre quienes se expresan con seriedad con la ordinariez rampante de Salle, no los ayudó.

Aún así, el planteo lanzado por Pereira merece ser considerado. Ayuda a hacerse preguntas y surgieron así reflexiones como las de Aguirre o las que aquí escribo, por supuesto tan opinables como otras.

¿Encontraste un error?

Reportar

Temas relacionados

premiumTomás Linn

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad