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Un tonto "chichoneo"

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Tomás Linn
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La gente tiene miedo ante una situación cada vez más angustiosa. Siguen robando cajeros automáticos sin que nadie sea atrapado. Los asaltos son cada vez más violentos y día por medio matan a alguien.

Las pandillas meten miedo en los barrios y hasta en ciudades del interior. Las cosas se resuelven a los balazos, con sangre y muerte. Y no hace más que agravarse.

En ese contexto, las explicaciones que suele dar el ministro del Interior Eduardo Bonomi, son insuficientes. Nunca aclara na-da y no da señales de que sabe hacia dónde va. Tan solo agudiza el desconcierto y alimenta el miedo.

Por lo tanto, la llamada a sala esta semana, para ser interpelado por el senador Pedro Bordaberry no era algo para ser tomado a la liviana, aunque fuera la enésima vez que concurría, aunque no le gustara la cara del senador interpelante.

Bonomi se confundió. El tema no era si había que despedir a un senador por haber anunciado que no se presentaría a una reelección para su escaño. El te-ma no era si Bordaberry lidera un partido que ha ido perdiendo apoyo electoral. No pasaba por ahí lo que estaba en juego.

El tema era su gestión como Ministro del Interior.

La actitud de Bonomi ante esta instancia parlamentaria fue, por decir lo menos, desconcertante. O quiso hacer un show para distraer la atención. O quiso enojar a su presunto contendiente. O realmente mostró desconocimiento de cómo funcionan las instituciones en una democracia. O peor aún, más que desconocimiento, mostró su desprecio.

Habría que mandar al ministro a que tome un curso de educación cívica. De esos básicos, de nivel liceal, que le servirán de sobra para entender cosas elementales en un Estado de Derecho. Si lo hiciera quizás hasta llegaría a apreciar las virtudes de un buen funcionamiento institucional.

Para empezar, entendería que un gobernante está obligado a dar cuenta de su gestión. Que debe responder por todo lo que hace, esté bien o mal hecho. Que como responsable de cada uno de su actos, debe explicarlos. Sabría además que las instancias previstas para eso son las que realiza el Parlamento: pedidos de informes, llamados a sala o interpelaciones con eventuales votos de censura. Y descubriría que es así porque en ese momento el ministro responde ante todos los representantes del pueblo. Ante cada uno, sean de partidos mayoritarios o el solitario diputado cuyo partido obtuvo una única banca. Cada uno representa a una parte del país, y tiene por tanto derecho a cuestionar y a ser escuchado.

El tonto "chichoneo" de Bonomi dirigido a despreciar la representatividad de Bordaberry, a cuestionar su liderazgo y de reprocharle el estado en que está su partido, estuvo fuera de lugar. Bordaberry representa lo que representa y es líder de lo que tiene, poco o mucho, y nada más importa a la hora de hacer una interpelación.

El tono burlón del ministro, que rebajó la seriedad que corresponde a una interpelación y que perjudicó su imagen como gobernante, incluso ante sus votantes, es ya una reiterada práctica. Con ella no solo vuelve a mostrar su desprecio a las reglas de juego en una democracia, lo cual ya sería preocupante, sino además su intención de distraer la atención y eludir los cuestionamientos.

Eso ocurre porque no tiene más respuestas. La situación de la inseguridad en Uruguay está fuera de su control. La Policía no tiene una estrategia clara de có-mo proceder y la delincuencia crece porque sabe que no pasa nada. Nadie los atrapará y en el muy ocasional caso de que ello suceda, los jueces están cada vez más predispuestos a buscar la alternativa más benigna para no sancionar demasiado.

El mensaje emitido entonces es claro. En Uruguay ser delincuente y ser criminal es buen negocio, rinde.

Ya antes en otras situaciones donde el ministro pudo sentirse presionado, salió con el tipo de cantinela que se volvió habitual entre los gobernantes. No es que ellos hagan las cosas mal, es que los opositores buscan "rédito electoralista".

Por supuesto, eso es lo que buscan. Así también llegaron los actuales ministros al gobierno. ¿Qué otra cosa pensaba?

Si un partido opositor cree que el gobierno está haciendo las cosas mal, su objetivo será el de ganar las próximas elecciones porque supone que las hará mejor. Está en la tapa del li-bro. Por lo tanto, si el partido opositor convence que tiene razón, tendrá un rédito electoral. Si por el contrario, el gobierno se mantiene en su postura y demuestra que está en lo correcto, desinflará la campaña electoralista de su adversario. No es algo tan difícil de comprender.

Lo que está ocurriendo, es que el gobierno no convence. Y no convence en un tema tan delicado como el de la seguridad, en un país donde el temor crece.

El problema no es si Bordaberry espantó o no votos colorados, si hay que despedirse de él porque no vuelve al Senado. El problema es que Bonomi no tuvo respuestas. Hace rato que no las tiene. Y eso alimenta el miedo.

Nada hay peor que un gobierno que, ante una situación acuciante, no tiene la menor idea de qué hacer.

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