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Una semana surrealista

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TOMÁS LINN
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Terminó una semana algo surrealista. Por un lado estuvo lo que ocurrió en el Sodre. Por otro lado, el debate en la cámara baja sobre la libertad de prensa. Da la impresión que el virus que tanto preocupa, estaría afectando el sentido común y cierta idea del ridículo.

Lo del Sodre fue el primer mojón y si muchos quisieron aprovechar la circunstancia para dejar mal parado al gobierno, lograron todo lo contrario. Con creces.

El gobierno puso en marcha un experimento para ver si cuidando los aforos y con el avance de la vacunación, es posible reabrir espectáculos mediante el pase verde. La idea parecía buena. Es más, en el programa “Polémica en el bar”, el actor Robert Moré tras recordar que no era simpatizante del gobierno, apoyó la iniciativa.

Lo que parecía fácil, no lo fue. El sindicato del Sodre que agrupa a los empleados que debían hacer los controles, decidió parar justo ese día en un gesto que solo puede definirse como perverso.

Los argumentos sindicales suelen girar sobre la misma batería de consignas: “no están dadas las condiciones”, “no ofrecen las necesarias garantías”, “no nos consultaron” (como si los sindicalistas fueran accionistas del Sodre). Esos mismos argumentos sirven para estar en contra una semana o a favor la siguiente.

Las autoridades no se amilanaron y el propio ministro de Educación y Cultura, Pablo da Silveira, con el presidente del Sodre, Martín Inthamoussu, se encargaron de tomarle la fiebre a quienes llegaban a la sala. El espectáculo se hizo y el experimento pareció funcionar. Inthamoussu y Da Silveira pasaron bien la prueba.

Los huelguistas no hubieran tenido suerte de haber trabajado en una empresa privada porque se los hubiera despedido, no por persecución sindical sino porque su ausencia mostró que se podía funcionar sin ellos. O sea, son prescindibles.

En la calle dos grupos le gritaban cosas a los que entraban. Por un lado estaban los antivacunas de Salle. Dado que no es obligatorio vacunarse, su vociferante protesta no tiene sentido. Que no se vacune el que no quiere y con igual libertad se vacunen los que así lo prefieren. Claro que con esa lógica, se le arruina el “show” a Salle. ¿y qué hace él sin su circo?

Otro grupo compuesto por artistas, protestaba por entender que el espectáculo del Sodre era para una elite y lo que debía hacerse era abrir toda la actividad teatral.

De alguna manera, sí, era un espectáculo para un elite. Y lo era por la simple razón de que se trataba de un experimento que permitirá que otras salas empiecen a funcionar en breve. Lo importante no era quiénes iban a la sala, sino que el experimento fuera exitoso.

La otra peculiar situación ocurrida esta semana fue el debate en la Cámara de Diputados sobre la libertad de prensa, donde lo que menos se discutió fue sobre la libertad de prensa.

Hubo sí un cruce de acusaciones con el intento de instalar el relato de que con este gobierno se cercena dicha libertad. No es verdad: en el peor de los casos, hay la misma libertad de prensa que desde hace años. Ya antes, algún experto quiso insinuar que lo que la gente dice en las redes sociales (a veces con grosera agresividad) es una presión contra los periodistas. Sin embargo, los disparates que allí se dicen no son más que una expresión del público haciendo uso de esa misma libertad.

Lo que enojó a muchos diputados oficialistas fue el informe de la Deutsche Welle sobre la ausencia de libertad de prensa en Uruguay. Decidieron votar una declaración de condena y hacérsela llegar a la emisora alemana. Si con eso querían desmentir que en Uruguay los políticos presionan a los periodistas, demostraron exactamente lo contrario. Presionaron a periodistas alemanes.

¿No hubo nadie que asesorara a la bancada oficialista y le advirtiera que estaban haciendo el ridículo?

Se dirá que la nota careció de rigor, lo cual es cierto. La periodista anunció cosas que no dijo el entrevistado. No repreguntó cuando el entrevistado argumentó sin sustento o incluso cuando insinuó cosas sin contar con evidencia. Todo el informe se sustentó en una única fuente. No hay manual en el mundo que daría por bueno ese trabajo.

De todos modos, la calidad y el rigor profesional del informe es una discusión y otra muy distinta es cómo deben reaccionar los políticos ante esa nota.

La discusión parlamentaria derivó en un casi mezquino intercambio sobre el tiempo que los medios dispensan a políticos, según sean de la coalición o del Frente.

Con esto de que hay que cuidarse por la pandemia, muchos tenemos tiempo para ver televisión y lo cierto es que no parece haber discriminación a favor de unos y en contra de otros. El único que no aparece, quizás por estar confinado por la pandemia, es José Mujica, un favorito de los informativos en épocas pretéritas cuando dominaba la pantalla. ¿Será por el confinamiento o será que ya no tiene nada interesante para decir?

Fue un debate absurdo que mostró exceso de sensibilidad y escasez de sensatez. Todo eso en una semana de hechos con fuertes visos surrealistas.

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