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Los nuevos directores

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TOMÁS LINN
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La rendición de cuentas, la posibilidad de ir a una consulta popular por la Ley de Urgente Consideración e incluso cierta distensión respecto a la pandemia, parece haber puesto la actividad de los partidos en un lugar de más relevancia.

Es bueno que así sea, ya que ellos son el motor de la política gracias al cual funciona una democracia. En recientes columnas hablé sobre el Frente Amplio y sobre la estrategia a diseñar por parte de la coalición multicolor si hay referéndum.

Al Frente Amplio las cosas se le complicaron con el caso Andrade. Sus dirigentes se plantaron mal ante la situación, avalando con frivolidad lo que no debió ser tolerado y de ese modo transformaron el episodio en algo aún más grave. Otra vez mostraron estar alejados del sentir de mucha gente. Ello derivó en una complicada y poco clara interna frentista que afectó además a la intendencia canaria.

El Partido Nacional renovó en estos días su directorio. Si bien lo hizo sobre la pretensión de presentar una lista única, al final surgió una segunda encabezada por el senador Jorge Gandini que aspiraba a sacar al menos un puesto sobre quince y terminó obteniendo tres.

La elección de los nuevos directores estuvo en manos de 464 convencionales de los 500 que conforman la convención blanca, lo cual muestra el interés que despertó en filas partidarias, pese a que se trataba de una trabajosa lista acordada que respondía, en grandes líneas, a Luis Lacalle Pou.

El presidente había insistido en que hubiera una lista única que mostrara la unidad del partido. Jorge Gandini en cambio, quiso poner a prueba su grupo que lleva el nombre de Por la Patria. Si es o no la continuidad perfecta del movimiento fundado por Wilson Ferreira, está por verse. Lo podría ser en un sentido de recordación emocional, no mucho más.

Que Gandini haya abierto lista propia no significa que esté en abierta disidencia con Lacalle Pou. Más bien quiso marcar una presencia diferente pero sigue siendo fundamental su rol como baluarte blanco en el Senado, al igual que Gustavo Penadés, y compensa una presencia blanca poco sólida en la cámara baja.

La pregunta no es solo cuan importante fue esta elección de directores, sino cuanto importa el directorio en la dinámica partidaria, más cuando los pesos pesados están ejerciendo cargos en el gobierno.

El directorio del Partido Nacional tiene una tradición histórica fuerte, pero su rol como factor de poder dentro de ese partido es distinto al que hoy tiene la Mesa Política del Frente Amplio o el Secretario General del Partido Colorado. Pese a ello, en filas blancas hay interés en darle prioridad. Temen que con el ejercicio del gobierno, se pierda control sobre el funcionamiento estrictamente partidario desde donde se aporta un apoyo distinto ya que ahí se apela a los militantes, allegados y simpatizantes. El concepto es, por supuesto, razonable; ponerlo en práctica es otra cosa.

La prensa dio mucho espacio a un hecho que quizás no fue significativo ni siquiera para el partido: el resurgimiento de Juan Sartori, a quien pusieron en la lista acordada.

Desde la internas de 2019. Sartori prácticamente desapareció del escenario político. No solo no tenía qué decir sino que pasó buena parte de su tiempo fuera del país, donde parecerían estar sus genuinos intereses. Ese desinterés por actuar en el día a día de la política, es inversamente proporcional al que le siguen dando los medios. Si hubiera ido con lista propia quizás ni siquiera tendría la silla que obtuvo.

El que sí generó atención es Gandini. No es una figura nueva, pero es de las que siempre está y cuando se lo consulta, opina con conocimiento y sentido común. En tiempos recientes fue perfilando su propio sector, ese que hoy le permitió obtener tres sillas en el directorio de su partido.

Como dije más arriba, junto con Gustavo Penadés es uno de los pilares, no ya solo de su partido sino de toda la coalición de gobierno en el Parlamento. Y si bien busca definir un perfil al que llama “wilsonista”, actúa con visible lealtad al presidente.

Una vez integrado el directorio, el Partido Nacional, al igual que el resto de la coalición, deberá afinar su estrategia para defender la LUC. La pregunta es si tienen claro como hacerlo. No se votan senadores y diputados, se apoya la ley que es el timón de este gobierno. Por lo tanto la estrategia no puede ser la de una elección por cargos, como lo son las nacionales. Ahora se trata de una coalición que actúa convencida de lo que hace, y busca convencer a la gente sobre la necesidad de mantener la ley. Debería tener la voz cantante, anticipándose a la oposición y no jugando a la defensiva. No se trata, en este caso, de convencer a Olesker o Andrade de que están equivocados, sino de recorrer los barrios y los pueblos para dirigirse al votante, en forma directa, sin debates televisados que distraigan.

Todo indica que esa tarea será la primera que le toca a las nuevas autoridades del principal partido de la coalición.

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