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tomás linn
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Fernando Pereira arrancó con su campaña para presidir el Frente Amplio. El acto del miércoles organizado por el Pit-Cnt se pareció mucho a una despedida a su hasta entonces presidente. O quizás fue el lanzamiento de su nueva carrera política.

El acto fue, según sus organizadores, “multitudinario”. Sin duda fue grande, pero también multitudinaria fue la circulación de gente por todo Montevideo, lo cual muestra que por bueno que haya sido ese acto, el paro tuvo escaso acatamiento y solo en los lugares de siempre: oficinas del estado, bancos, enseñanza pública, construcción y poca cosa más. El resto del país funcionó como si nada. Y se notó.

Para Pereira, ese fue su día de inflexión. Dejó la vida sindical y se pasó a la política. Muchos se preguntan si de verdad cruzó un Rubicón o simplemente seguirá haciendo lo mismo, pero desde la oficina de al lado. Si alguien tenía dudas de la fuerte identificación que hay entre la central sindical y el Frente Amplio, ellas se despejan con este gesto de Pereira. Algunos ya dicen, un poco en broma y bastante en serio, que es el Frente quien pasó a ser el brazo político del Pit-Cnt y no al revés. Se cita como ejemplo que la central trabajadora logró subordinar al grupo político a su estrategia de poner en marcha la consulta popular para derogar la Ley de Urgente Consideración.

Sería la primera vez que el principal dirigente de la central sindical pasa automáticamente de un cargo a otro. Los antecedentes que hay no son exactamente iguales, como el de Juan Castillo, comunista y dirigente sindical portuario que pasó de ser Secretario General del Pit-Cnt (en una época donde ese cargo tenía un peso similar al que tuvo Pereira) a la vicepresidencia del Frente en 2012, compartida además con otras dos personas.

En una coalición tan compleja como lo es el Frente, con dificultades para relacionarse desde su rol opositor con el actual gobierno, Pereira no es la peor opción. Si bien presidió una organización que por definición es más aguerrida que un partido político, supo coordinar bien sindicatos de perfiles e ideologías muy distintas y manejar con habilidad las duras tensiones que provocan las demandas sindicales ante las posibilidades empresariales. Por lo tanto, aunque una actividad no es igual a la otra, algunas condiciones tiene.

Dado que cuenta con un apoyo amplio de los sectores de más incidencia dentro del Frente, es casi seguro que será su próximo presidente. No asumirá en un momento fácil. No en vano Danilo Arbilla en su habitual columna de los sábados, le aconsejó en un tono algo zumbón pero con buenos argumentos, que se quedara donde estaba.

Hasta 2004 presidir y liderar el Frente Amplio eran la misma cosa, como ocurrió con Líber Seregni y Tabaré Vázquez. Pero tras su triunfo electoral, los presidentes dejaron de ser los principales líderes del Frente que de hecho decidían y cortaban el bacalao, y por lo tanto su influencia y capacidad de incidir fue muy relativa.

Pereira llega en un momento especial. Todo hace pensar que no podrá hacer nada diferente a sus predecesores (Brovetto, Xavier, Miranda), o sea una presidencia que lauda entre las partes y calla cuando hablan los que en verdad mandan. Pero aquellos grandes dirigentes que operaban por fuera de la presidencia ya no están más y todavía no han aparecido quienes habrán de ser sus nuevos líderes. Tal vez emerja en algún momento alguien entre los jóvenes diputados, todavía demasiado dogmáticos y poco flexibles para manejarse en el complejo mundo de la política. O tal vez se imponga alguno de los dos intendentes.

Lo cierto es que por ahora hay un vacío de liderazgo y alguien querrá ocuparlo. En la medida que aún no es claro quién lo hará, todos son aspirantes válidos, incluso Pereira.

El hasta ayer dirigente sindical es joven, inteligente, locuaz, tiene una imagen muy trabajada y se maneja con cierta eficacia. Quizás en algún momento quiera ocupar ese sitial hoy libre.

Si esa fuera su intención final, el día que muestre los dientes desaparecerá el amplio aval que parece estar recibiendo. En vez de ser el presidente que acerca posiciones, lima asperezas y negocia posturas, pasa a ser un competidor más que amenaza las expectativas de otros.

También afectará su imagen (y la del Frente) esa indeleble marca que trae por venir directamente del movimiento sindical, sin paradas intermedias. Estuvo en un gran acto sindical un día y haciendo campaña al otro. Eso hace ruido.

Sería esperable que se vea obligado a hacer un enorme esfuerzo para desprenderse de la cultura sindical pues en política, la manera de pensar, de expresarse, de marcar prioridad y seguir una agenda necesariamente será otra. ¿Pero le importa eso al Frente? Quizás sí a los votantes, pero no a la actual militancia que le da exactamente lo mismo porque no parece entender que realmente son dos mundos distintos y a veces con intereses contrapuestos.

Como sea, Fernando Pereira decidió asumir un desafío inmenso pero debería saber que no la tiene fácil.

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