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Logró lo que quería

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TOMÁS LINN
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Mujica tiene esa curiosa dualidad: cada vez que habla dice cosas totalmente previsibles pero que a la vez sorprenden. Juega con picardía aunque esa picardía es tan alevosa (y tan empalagosa) que pierde su gracia. Cansa a los otros, pero él nunca se agota.

Esto se vio en sus sucesivas declaraciones sobre qué hacer con el desafuero del senador Guido Manini Ríos. Afirmó una cosa, luego otra, agregó una tercera para terminar concluyendo que mejor no hubiera dicho nada.

Todo Uruguay sabe que Mujica no da puntada sin hilo y que cada cosa que dice (o desdice) busca un efecto.

Desde el primer momento el expresidente José Mujica se manifestó contrario al desafuero del senador Manini. Era una posición solitaria dentro del Frente, pero la expresó con claridad. No sería bueno, argumentó, que por causa del desafuero Manini surja como una “víctima”.

Como ocurre con todo lo que Mujica dice, nadie creyó en que esa era la causa real para no votar el desafuero. Debía haber razones más complejas que esa.

Manini llegó a la comandancia siendo Mujica presidente y continuó al frente del Ejército durante la segunda presidencia de Tabaré Vázquez, por sugerencia de Mujica. Durante todo ese tiempo, el ministro de Defensa fue el viejo guerrillero tupamaro, Eleuterio Fernández Huidobro.

Fue un período en que el tema militar hizo poco ruido y eso pudo ser producto de una fluida relación entre el comandante, el ministro y el presidente. Se sabe poco y nada sobre como gestionaron entre ellos los potenciales conflictos por causas relacionadas a la violación de derechos humanos durante la dictadura.

Recién después de fallecido Eleuterio Fernández Huidobro estalló una crisis que, tras una secuela de hechos, derivó en el pedido de desafuero a Manini Ríos. Se vincula al tribunal de honor a José Nino Gavazzo donde admitió haber hecho desaparecer el cuerpo de un tupamaro muerto en la tortura. A Manini se le acusó de no presentar la denuncia penal al enterarse de lo dicho por Gavazzo. Manini sostiene que elevó todo al ministro de Defensa que a su vez le hizo saber al Secretario de la Presidencia lo que estaba en juego. Váz-quez, como presidente, homologó el fallo del tribunal. En definitiva, el caso que afecta a Manini podría tener derivaciones no deseadas tanto para quien era el Secretario de la Presidencia como para el propio Vázquez. Es más, si se le indagara sobre otros aspectos vinculados a su gestión, podría ocurrir que Manini explique de qué manera se manejaban estos entuertos cuando Mujica era presidente y Fernández Huidobro ministro.

Es obvio que llevado ante un juez, el tema no se cierra y termina solo con Manini. Afecta a más gente.

Mujica lo tiene claro y por eso sugiere no darle el desafuero. No para evitar que Manini se convierta en “víctima”, sino para detener el lío. Como sabe que su bancada frentista no lo apoya, primero dice que votará a favor del desafuero solo por disciplina partidaria y enseguida después informa que si el desafuero sale y Manini es sobreseído, no habría suficientes votos frentistas para el retorno de Manini al Senado.

Eso llevó al líder de Cabildo Abierto a retroceder sobre su postura de votarse el desafuero a sí mismo para así ir al juicio y aclarar su situación. Al dar marcha atrás, la bancada nacionalista definió su posición: no votará el desafuero.

Cuando el tema recién empezaba a discutirse, todo indicaba que esa sería la posición de los blancos, apoyada (tal como lo explicó un editorial de El País) en el antecedente de 1973 cuando no se votó el desafuero del senador frentista Enrique Erro, acusado de ser parte de la guerrilla tupamara. La argumentación más sólida, en aquella ocasión, fue expuesta por el senador blanco Washington Beltrán. Pero si Manini insistía en pedir el desafuero, no tenía sentido que sus socios de la coalición se lo negaran. En ese contexto, los votos necesarios para la suspensión hubieran estado.

Ni corto ni perezoso, Mujica salió con su tesis de que el Frente Amplio nunca facilitaría el regreso de Manini Ríos al Senado, una vez superada la instancia judicial. No había consultado a nadie en el Frente, que no apoyó esa tesitura. Lo dijo sabiendo que eso haría que Manini cambie su posición y que al hacerlo los blancos volverían a su tesitura original y el desafuero terminaría no saliendo.

Eso quiso desde el principio. Y lo logró. Con solo hacer la declaración adecuada en el momento justo, consiguió lo que buscaba.

Una vez que las cartas se barajaron tal como quería, Mujica posó de compungido y respecto a lo que anunció sobre el no retorno de Manini Ríos al Senado, se disculpó: “hubiera sido mejor que no lo hubiera dicho”. Quiso de ese modo desentenderse del efecto de sus propias palabras.

Nadie le cree, por supuesto y él sabe que nadie le cree, pero poco le importa. Logró lo que buscaba: que Manini no fuera a juicio. Como el Frente no se lo iba a facilitar, bastó decir un par de cosas en el momento oportuno para que los adversarios le dieran la solución que nadie más le ofrecía. Y quedó contento.

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