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Ignotos candidatos

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TOMÁS LINN
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No tengo la menor idea de quiénes son los candidatos a alcalde de mi municipio. No los conozco, sus nombres no me dicen nada. Tampoco sé quién es hoy la alcaldesa o alcalde de mi barrio.

Nunca lo vi, ni siquiera sé qué aspecto tiene. Así como jamás vi a la primera alcaldesa que tuvo mi zona, cuando este mecanismo se puso en marcha hace 10 años. Solo me enteré, casi al terminar su gestión, que era hija de un muy respetado dirigente sindical; un dato interesante tal vez, pero que no hacía a la cuestión.

Es la tercera vez que las elecciones departamentales incluyen la votación de un alcalde por zona (hay ocho en Montevideo) y hasta el momento, al menos en la capital del país, sigue sin quedar claro para qué sirven.

A buena parte de los montevideanos este tema les es indiferente. Y tienen buenas razones para que así sea. Apenas despertó un interés algo mayor en las dos alcaldías en que el elegido fue de un partido diferente al que ganó el gobierno departamental y por lo tanto actuó con un notorio perfil opositor. Y algo de visibilidad, aunque no tanta, tuvieron en un par de alcaldes más.

Esto no quiere decir que en otras intendencias sea igual. Donde hay vastas zonas rurales alejadas de las capitales departamentales y que exigen recorrer distancias grandes, el alcalde quizás cumpla el necesario rol de acercar la gestión municipal a la comarca y estar cerca de las necesidades de sus vecinos.

Pero en Montevideo eso no ocurre. Buena parte de los votantes no conocen a los candidatos. Algunos además, por no haber cambiado el número de credencial, votan en sus barrios de juventud y no en los que efectivamente viven y por lo tanto están atrapados en una disyuntiva absurda: el alcalde que corresponde a su credencial no es el del barrio donde residen.

Las grandes obras, las que importan, se diseñan centralmente. Los trabajos realizados en los últimos años en avenida Italia, desde Tres Cruces hasta Cooper, atraviesan más de una alcaldía y no son solo de interés vecinal. Toda la ciudad usa esa avenida. Lo mismo puede decirse de avenida Luis Alberto de Herrera. Si hay que resolver problemas de iluminación, mejoras de parques y plazas, los materiales vendrán de la Intendencia porque de ahí provienen los recursos. Los ciudadanos pagan sus tributos a la Intendencia Municipal, no a las alcaldías. Por lo tanto, el alcalde será votado por la gente pero a la larga es un funcionario rentado de la Intendencia. Es un cargo que al ciudadano (en cuanto contribuyente) le cuesta, pero cuya utilidad es relativa.

La respuesta popular en las elecciones anteriores fue clara. La gente votó a intendente, sí, pero en 2015 solo 27 por ciento de los montevideanos puso la papeleta por el alcalde. El circuito donde hubo más votos fue el que ganó Andrés Abt, por el entonces Partido de la Concertación. Quizás en esa zona (la alcaldía CH: Punta Carretas, Pocitos, Buceo, Parque Batlle, Villa Dolores, La Blanqueada, Tres Cruces), había una especial motivación para votar a ese candidato opositor. Aun así, siendo más alta la votación allí no fue tanto mejor que en el resto de Montevideo.

Esto le resta legitimidad al alcalde. Sabe que gana por descarte. Y no es que el votante sienta desinterés o abulia. Es que no fue convencido de que los alcaldes sirvan y mientras no se convenza no se tomará el trabajo de votarlos.

Si siendo periodista, y por lo tanto motivado por una obvia curiosidad profesional, no sé quién es mi alcalde y aun cuando busque referencias en Internet, su nombre y el de los demás candidatos no me dicen nada, ¿cuánto más ocurrirá con el ciudadano que no tiene esa curiosidad profesional? Si durante dos períodos no tuve noticia alguna de cuánto ayudó a mi barrio que hubiera un alcalde, ¿por qué habría de votar por uno, cualquiera sea?

Cuando en agosto pasado se detectaron casos de Covid-19 en el asentamiento Barrios Unidos, sobre la ruta 1 y el arroyo Pantanoso, se dispuso un masivo testeo. El alcalde de esa zona (el municipio A) hizo declaraciones a la prensa y se mostró molesto porque los organismos públicos nunca se contactaron con él en su calidad de alcalde.

Si bien su actitud pudo parecer un poco quisquillosa, lo cierto es que tenía razón. Tal vez correspondía ser formalmente avisado de que esos testeos ocurrirían. Pero el hecho es que a nadie se le pasó por la cabeza llamarlo y eso responde a la idea de que en definitiva los alcaldes importan poco, no tienen peso. Aun cuando en este caso quizás sea más proactivo que otros.

Esta será la tercera vez que la elección municipal incluye las alcaldías. El mecanismo lleva ya 10 años de vigencia y si bien pudo tener aceptación en otros departamentos del país, no la tiene en Montevideo. Se teorizó mucho sobre el “tercer nivel de gobierno” pero en la práctica no tiene visibilidad, quedó en el puro papel, en la abstracción de los teóricos. Nunca convenció.

Pasada la elección y con las cartas a la vista, habrá llegado la hora de revisar este funcionamiento que sigue sin tener andamiento ni adhesión.

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