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Más que falso, falsificado

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tomás linn
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Una y otra vez surge la preocupación por la rápida difusión que tienen las noticias falsas: la facilidad con que ellas son recogidas por tanta gente y como las redes sociales, más allá de sus virtudes, son su más pernicioso difusor.

Hay noticias falsas que vienen desde el poder mismo. Ocurre en Argentina con la práctica kirchnerista de crear un relato que nada tiene que ver con la realidad pero que es tomado como real por mucha gente.

Durante la primera etapa del kirchnerismo, tanto Nestor como Cristina pintaron con increíble maestría un país. Hablaron de una gestión pujante que no condecía con la realidad. Más que pujanza hubo corrupción a una escala que asombra. Ahora el relato es hacer pasar a los corruptos de aquella época que enfrentan juicios, como presos políticos. Presentan como mártires a delincuentes de primera línea, hayan sido vicepresidentes o seudo dirigentes comunitarios en provincias tan lejanas como Jujuy. Todos vieron las grabaciones de como amasaron fortunas sin pudor, pero el relato puede ser más fuerte.

Donald Trump fue otro maestro del “relato”. El lo llamó la “verdad alternativa” y así vendió todos los cuentos posibles, denigró personas (incluso colaboradores suyos), calumnió, inventó. En otras palabras hizo lo que quiso y de esa manera estuvo a un tris de quedarse con un poder que no le correspondía.

Si son falsas, no son noticias dicen algunos. El razonamiento es lógico. Una noticia es una novedad que se divulga, un hecho ocurrido que merece ser difundido. Lo absurdo es que tratándose de hechos que no ocurren, hay quienes los toman como verdaderos.

Las fake news no son tonterías insustanciales tiradas al ruedo por las redes. Son inventos deliberadamente presentados para que parezcan reales.

Por eso, sostengo que la mejor traducción de fake news no es “noticias falsas” sino “falsificación de noticias”.

Es como el artista que con talento y conocimiento falsifica la pintura de un gran maestro, engaña a los expertos y la vende por millones. No es el cuadro genuino, pero se parece tanto que recorre un largo camino, mueve fortunas, se exhibe en los mejores salones y todo el mundo lo califica de auténtico.

El concepto equivale también a quienes lanzan a la calle billetes de alto valor totalmente falsificados. Están hechos de manera tal que nadie percibe que no son genuinos y mientras tanto el dinero circula por los comercios hasta que al fin alguien descubre que fueron falseados.

Así ocurre con este tipo de noticia. El proceso de falsificación es tan sutil y elaborado, que incluso los desconfiados por naturaleza no siempre se dan cuenta de la trampa. Por eso, lo de las fake news es peligroso y tan difícil de manejar.

La agencia internacional de noticias France-Presse preparó un equipo para detectar informaciones falsificadas y dejarlas en evidencia. Su tarea es ardua: no es cuestión de leer un texto, a veces acompañado de una foto, y decir por pura intuición: “esto no es verdad”. Hay que rastrear su origen, descartar hechos parecidos, comparar con otras realidades hasta tener la certeza de que se trata efectivamente de una falsificación.

No es fácil, porque están perversamente bien concebidas.

Hace tres años, empezó a funcionar en Uruguay una organización, Infox, que busca crear en la población un estado de alerta ante estos “bolazos”. La pandemia enlenteció sus esfuerzos, pero todavía lucha por convencer que es necesario estar atentos.

Una colega que estuvo trabajando en el tema, me confesó que muchas veces a los periodistas le generan una situación sin salida. Maldita y maliciosa.

Si un medio decide no prestarle atención a esas noticias para no darle más espacio del merecido, una porción importante de su público dirá que el medio eligió no reproducir esa noticia porque oculta algo, porque se trata de un hecho que afecta su intereses y entonces opta por hacer como si no existiera.

Si por el contrario, el medio se toma el trabajo de investigarla y aclararle al público porqué es falsa, esa misma porción de lectores o de audiencia dirá que el apuro por desmentir es porque el medio tiene un inconfesable interés en desacreditar algo que es verdad.

Para mucha gente es más fácil creer en una falsedad, que aceptar un desmentido por elaborado que sea.

Ahí está la fuerza de las fake news: la mentira y el engaño es más seductor que la verdad.

Aún así, el periodismo tiene la obligación de insistir en su misión esencial. Dar información relevante, debidamente verificada y claramente explicada.

Cierta pereza por la cual algunos se descansan en lo que las fuentes dicen a través de sus twits, no hace más que perjudicar su credibilidad profesional y alentar el crecimiento de las noticias falsas.

El rigor, mucho trabajo, una vigilante desconfianza, permitirá que estén siempre informando de tal manera que terminen neutralizando esta creciente tendencia a crear una realidad inventada, falsa y peligrosa.

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