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No estaban tan ausentes

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TOMÁS LINN
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Durante estos últimos años mucha gente le reprochó a los partidos opositores su ausencia, su silencio, su ineficacia.

Durante estos últimos años mucha gente le reprochó a los partidos opositores su ausencia, su silencio, su ineficacia. Sin duda, había sobrados motivos para esos reproches. Sin embargo, al ver como ambos partidos fundacionales se acomodan para la elección venidera, da la impresión de que no estaban tan ausentes y su silencio algún sentido tuvo. Ambos tienen buenos candidatos, ambos trabajaron arduamente para lograr un sólido programa de gobierno, ambos acallaron diferencias internas y priorizaron aquello que los une.

¿Qué es lo que pasó entonces en estos años de silencio?

Por un lado, hay que recordar que en las tres elecciones que triunfó el Frente Amplio, obtuvo mayorías parlamentarias. Por lo tanto, se hacía solo lo que los gobiernos frentistas querían, sin discusión. Las bancadas frentistas votaban con estricta disciplina y al rebelde de turno le cortaban la cabeza. Los grupos opositores podían o no hacer ruido, poco importaba.

El triunfalismo frentista, asimismo, estableció una suerte de monopolio moral y de corrección. La izquierda, por el solo hecho de serlo, tenía razón y además era buena. Los partidos opositores encarnaban todo lo malo de este país. Eso explica que Luis Lacalle Pou, por ejemplo, en estos años midiera con milimétrica precisión sus apariciones. Lo hacía solo cuando era necesario y solo para decir lo justo. Por lo demás, necesitaba evitar el escarnio público al que sin duda hubiera sido sometido, para llegar así a esta instancia con el menor desgaste posible. Emergió en la elección pasada como un líder destacado, se mantuvo en reserva durante el período siguiente, aunque capitaneando a su sector para plantear los temas que importaban, y ahora se consolida con un notable liderazgo en esta oportunidad.

Para el Partido Colorado, estos años fueron más duros. Hay que recordar que si bien el gobierno de Jorge Batlle terminó manejando bien la salida a la durísima crisis de 2002, ello implicó un traumático desgaste para el partido que desde el retorno democrático gobernó en tres de los primeros cuatro períodos.

Le ha costado mucho recuperarse. Lo intentó bajo el liderazgo de Pedro Bordaberry con un leve repunte en 2009 que luego cayó en 2014, lo que llevó al eventual retiro del senador. Por un momento el partido pareció quedar a la deriva y Fernando Amado, que creció a la sombra de su mentor Bordaberry, anunció que tras el retiro de quien fuera su líder, ahora sí se podía votar al Partido Colorado. ¿Y de dónde venía Amado? Había crecido bajo el ala del mismo dirigente que luego denostó. Eso perturbó aún más la interna, en la que incluso quedó plantada la duda de si coaligar o no con los blancos para una segunda vuelta en esta elección. Pero esa desazón duró poco. Amado se asoció con el Partido Independiente y de ahí pasó al Frente Amplio: demasiados cambios muy radicales en poco tiempo.

Julio Sanguinetti empezó a tomar protagonismo y Ernesto Talvi decidió entrar a las primarias en competencia con Sanguinetti. Si bien Talvi ganó con comodidad, ofreciendo una propuesta renovadora, Sanguinetti no titubeó en aunar filas en un intento por refortalecer su partido.

De alguna manera, lo nuevo y lo viejo se amalgaman y habrá que ver los resultados en octubre. Parece claro que el Partido Colorado emerge con otro vigor detrás de un candidato quizás no muy fogueado en la lucha política, pero de sólida formación y con interesante llegada a votantes nuevos.

A Lacalle Pou, que hizo una llamativa campaña en 2014, hoy se lo ve más consolidado. Si bien aún joven (otra señal tras una larga racha de presidentes de edad avanzada), ahora exhibe un aplomo y una capacidad de liderar que no deja de llamar la atención. Hasta tiene porte presidencial.

Le dio un impulso al Partido Nacional que rápidamente se alineó detrás de él. Por lo pronto, su sector nunca dejó de procesar propuestas en estos cinco años y cada mes de marzo lanzaba 20 ideas posibles de poner en práctica en lo inmediato. Durante la campaña por las internas supo sortear alguna tormenta al interior de filas blancas con solo mantener la calma y evitar la provocación. Ahora, como dicen sus consignas, se prepara para gobernar.

Solo el resultado electoral dirá cuales son las genuinas preferencias del soberano y mostrará si realmente esto que parece un cambio real en la oposición, es tan así. Pero sin duda hay una percepción diferente. Las figuras que emergen en esta campaña son fuertes aunque muy distintas a lo que los más veteranos están acostumbrados. No hay grandes oradores, no tienen aquella exquisita cultura renacentista de sus mayores, no exhiben la talla de quienes estuvieron en la salida democrática de hace 35 años. Son dirigentes para otros tiempos y con otros códigos. Procesaron el recambio mientras estuvieron 15 años en el llano y reaparecen con todo su peso, alguno con un innegable liderazgo pese a que todavía hay quienes se resisten a verlo.

Es saludable que cíclicamente se den estos cambios de pisada, y siempre dentro de una serena continuidad democrática.

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